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miércoles, 21 de mayo de 2014

PASTORAL: SANTO DEL DIA



 SANTA RITA DE CASIA

Viuda, Religiosa,
y Abogada de Imposibles

Vista de cerca, sin el halo de la leyenda, se nos revela el rostro humanísimo de una mujer que no pasó indiferente ante la tragedia del dolor y de la miseria material, moral y social. Su vida terrena podría ser de ayer como de hoy.

Rita nació en 1381 en Roccaporena, un pueblito perdido en las montañas apeninas. Sus ancianos padres la educaron en el temor de Dios, y ella respetó a tal punto la autoridad paterna que abandonó el propósito de entrar al convento y aceptó unirse en matrimonio con Pablo de Ferdinando, un joven violento y revoltoso. Las biografías de la santa nos pintan un cuadro familiar muy común: una mujer dulce, obediente, atenta a no chocar con la susceptibilidad del marido, cuyas maldades ella conoce, y sufre y reza en silencio.

 Su bondad logró finalmente cambiar el corazón de Pablo, que cambió de vida y de costumbres, pero sin lograr hacer olvidar los antiguos rencores de los enemigos que se había buscado. Una noche fue encontrado muerto a la vera del camino. Los dos hijos, ya grandecitos, juraron vengar a su padre. Cuando Rita se dio cuenta de la inutilidad de sus esfuerzos para convencerlos de que desistieran de sus propósitos, tuvo la valentía de pedirle a Dios que se los llevara antes que mancharan sus vidas con un homicidio. Su oración, humanamente incomprensible, fue escuchada. Ya sin esposo y sin hijos, Rita fue a pedir su entrada en el convento de las agustinas de Casia. Pero su petición fue rechazada.

Regresó a su hogar desierto y rezó intensamente a sus tres santos protectores, san Juan Bautista, san Agustín y san Nicolás de Tolentino, y una noche sucedió el prodigio. Se le aparecieron los tres santos, le dijeron que los siguiera, llegaron al convento, abrieron las puertas y la llevaron a la mitad del coro, en donde las religiosas estaban rezando las oraciones de la mañana. Así Rita pudo vestir el hábito de las agustinas, realizando el antiguo deseo de entrega total a Dios. Se dedicó a la penitencia, a la oración y al amor de Cristo crucificado, que la asoció aun visiblemente a su pasión, clavándole en la frente una espina.



Este estigma milagroso, recibido durante un éxtasis, marcó el rostro con una dolorosísima llaga purulenta hasta su muerte, esto es, durante catorce años. La fama de su santidad pasó los limites de Casia. Las oraciones de Rita obtuvieron prodigiosas curaciones y conversiones. Para ella no pidió sino cargar sobre sí los dolores del prójimo. Murió en el monasterio de Casia en 1457 y fue canonizada en el año 1900.
  
  




 



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Rita de Casia, Santa


DESDE MI CALLE


PAZ, RELIGION Y TOLERANCIA

 ¿Cuántas veces la religión ha sido causa de odio y de enfrentamiento entre los seres humanos? Las terribles experiencias negativas del pasado (y en algunas partes, del presente) y un progresivo descubrimiento de “lo humano” como criterio de convivencia nos han ido haciendo cada vez más conscientes del valor de la tolerancia.

¿Qué significa, propiamente, la palabra “tolerancia”? El diccionario la define así: “Respeto o consideración hacia las opiniones y prácticas de los demás, aunque sean diferentes a las nuestras”. Es probable que a más de uno esta definición se le antoje demasiado pobre, pero, ofrece lo esencial. Tolerancia significa, pues, respeto hacia lo diferente.

¿Es este el grado máximo al que puede aspirar una sociedad? Por desgracia, en muchos casos de violencia crónica o de exclusiones, sí. Sin embargo, la tolerancia no es un fin sino un presupuesto indispensable para llegar más lejos, para abrirnos a un diálogo en el que podamos acoger la verdad desde nuestras diferentes perspectivas y, a partir de esa verdad, seamos más libres, más humanos.

A veces, la tolerancia actual de nuestras sociedades, la defensa a ultranza del “todo vale”, no es fruto del respeto al otro (y, por lo tanto, del amor) sino sólo del miedo a entrar en nuestro fondo oscuro y del deseo de que, dejando a los demás en su situación, nos dejen a nosotros en la nuestra.

Quizá nunca como en los últimos años ha sido tan intenso, tan global, el deseo de paz en nuestro mundo. Existen instituciones de todo tipo dedicadas a trabajar por la paz. ¿Por qué es tan intenso este anhelo? ¿Por qué se ha producido esta enorme ola mundial? ¿A qué responde? ¿Cómo se entiende la paz? Es tan enorme el caudal de propuestas que no sabría encontrar respuestas acertadas a estas preguntas.

Hoy nos sentimos protagonistas de la lucha por la paz. Multiplicamos las manifestaciones, enarbolamos pancartas, inundamos internet de “sitios pacifistas” ... Todo esto es síntoma de un anhelo profundo, humano, pero ¿es éste el camino hacia la paz? Al mismo tiempo que luchamos por conseguirla, ¿nos esforzamos por acogerla? A menudo, nuestro concepto de paz equivale a ausencia de conflictos, a tranquilidad. Esta paz de “fin de semana tumbados en la arena” no es la que deberíamos buscar. La verdadera PAZ tiene que ser una realidad que va más allá de la ausencia de guerra: implica una forma de entender la vida como servicio, como ayuda a los necesitados. Una PAZ como auténtica relación con los demás.

DESDE MI CALLE, que sigue siendo la calle de todos.