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jueves, 23 de octubre de 2014

PASTORAL: SANTO DEL DIA





ANTONIO MARIA CLARET
(1807-1870)


Obispo de Cuba y fundador de los Padres Claretianos.

Nace en Sallent (Barcelona) e ingresa en el seminario de Vich. Ordenado sacerdote, agiliza los trámites para ejercer de misionero, pero su salud le impidió profesar los votos en la Compañía de Jesús.

En su comarca natal predica en grandes y pequeños pueblos siendo llamado "Padre Claret". Después de muchas predicaciones decide fundar en 1849 La Congregación de los Hijos del Inmaculado Corazón de María (Padres Claretianos) .

Dió todos los pasos para renunciar a la dignidad episcopal, hasta que el Papa en persona le ordenó aceptar el nombramiento en 1850. Ya como arzobispo de Santiago de Cuba, restaura el seminario.

Llamado a Madrid como confesor de la reina Isabel II, prosigue sus viajes con austeridad, dirige durante nueve años los estudios de El Escorial y asiste al Concilio Vaticano I, pero sus enemigos consiguen que se tenga que exiliar en Francia, donde moriría santamente en la abadiá de Fontfroide.

Se le representa con atuendos obispales de color violeta o rojo. Patrono de hiladores y tejedores, protector de las heridas de arma blanca, cicatrices e intervenciones quirúrgicas; invocado para recobrar la salud infantil y para que los niños no se ahoguen.

DESDE MI CALLE - BIBLIA







DEUTERONOMIO 20

Leyes de Guerra,-

Discurso de Moisés a los Israelitas


Si a salir a combatir a vuestros enemigos véis que ellos cuentan con caballería y carros de guerra y carros de guerra, y con un ejército más numeroso que el vuestro, no les tengáis miedo, pues vosotros contáis con el Señor vuestro Dios, que os sacó de Egipto. Y cuando llegue la hora de la batalla, el sacerdote se dirigira al ejército y dirá: "Escuchad, israelitas, hoy váis a luchar contra vuestros enemigos. No os desaniméis ni tengáis miedo, no tembléis ni os asustéis, porque el Señor vuestro Dios está con vosotros; él luchará contra vuestros enemigos y os dará la victoria".
Luego hablarán los jefes , y dirán: "Si alguno de vosotros ha construído una casa nueva y todavía no ha vivido en ella, que se vuelva a su casa, no sea que muera en la batalla y sea otro quien la estrene. Y si alguno de vosotros ha plantado un viñedo y aún no ha podido disfrutar de él, que se vuelva a su casa, no sea que muera en el combate y otro sea quien recoja las uvas. Y si alguien está comprometido en matrimonio y todavía no se ha casado, que se vuelva a su casa, no sea que muera en la lucha y otro se case con su prometida".
Después los jefes se dirigirán de nuevo al ejército, y dirán; "Si alguno tiene miedo y le falta valor, que se vuelva a su casa, para que no acobarde también a sus compañeros". Y cuando los jefes hayan terminado de hablar, los capitanes se pondrán a la cabeza del ejército.
Cuando os acerquéis a una ciudad para atacarla, primero le propondréis la paz. Si los habitantes de la ciudad aceptan la paz y os dejan entrar, entonces todos ellos os servirán como esclavos en trabajos forzados. Pero si no hacen la paz con vosotros, sino que os declaran la guerra, rodearéis la ciudad y la atacaréis. El Señor vuestro Dios la hará caer en vuestro poder, y mataréis a filo de espada a todos sus habitantes. Las mujeres, los niños, el ganado y todo lo que haya en la ciudad será para vosotros; podréis disfrutar de todo lo que el Señor vuestro Dios os permita tomar del enemigo. Esto mismo haréis con todas las ciudades que estén lejos de donde habitéis y que no formen parte de estas naciones. Pero en las ciudades de estas naciones que el Señor vuestro Dios os da en propiedad no dejaréis a nadie con vida, sino que destinaréis a la destrución, como sacrificio al Señor, a los hititas, amorreos, canoneos, fereceos, heveos y jebuseos, tal como él lo ha ordenado, para que no os enseñen las mismas cosas horribles que ellos hacen en honor de sus dioses, y os hagan pecar contra el Señor vuestro Dios.
Si para tomar una ciudad tenéis que sitiarla por mucho tiempo, no derribéis sus árboles a golpe de hacha, pues necesitaréis sus frutos como alimento; además, son tan sólo árboles del campo y no hombres que puedan defenderse de vuestro ataque. Sin embargo, podréis derribar los árboles no frutales que os sirvan para sitiar la ciudad que estáis atacando, hasta que caiga en vuestro poder.