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lunes, 12 de mayo de 2014
DESDE MI CALLE
13 DE MAYO: LA VIERGEN DE FATIMA.
Tres niños pastores analfabetos, Lucía dos Santos, de diez años, y sus primos, Jacinta y Francisco Marto, de seis y nueve años respectivamente, señalaron que, mientras pastoreaban sus ovejas en la primavera y el verano de 1916, experimentaron una presencia angélica en tres ocasiones distintas, en la cueva Loca do Cabeço. Este «Ángel de paz», tal como ellos lo llamaron, les enseñaría a rezar oraciones específicas para pedir la conversión de los pecadores, les introduciría en la práctica del sacrificio cotidiano y del culto de adoración a Dios en la eucaristía. En su narración, los niños manifestaron considerar todo esto como una preparación para las visitas de la Virgen María que, en sus propias palabras, tuvieron lugar entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917.
El domingo 13 de mayo de 1917, los tres niños fueron a pastorear sus ovejas como de costumbre, a un lugar conocido como Cova da Iria, cerca de su pueblo natal de Fátima en Portugal. Lucía describió haber visto, en una encina, a una mujer «más brillante que el sol», vestida de blanco, con un manto con bordes dorados y con un rosario en las manos, que les pidió que retornaran el mismo día y a la misma hora durante cinco meses consecutivos, encomendándoles el rezo del rosario. Francisco declaró no escuchar ni hablar con la Señora, sino solo verla. Asombrados, corrieron de regreso a su pueblo y lo dijeron a todos, pero muchos de sus habitantes —incluyendo los padres de Lucía— no les dieron crédito. En cambio, los padres de Jacinta y Francisco les creyeron y resguardaron en todo momento.
Los niños informaron más apariciones que tuvieron lugar el día trece de los meses de junio y julio. Desde la segunda aparición en junio, declararon que se les habría anunciado las prontas muertes de Jacinta y Francisco, las que de hecho sucedieron en menos de tres años. En los mensajes que los niños transmitían, la Virgen exhortaba al arrepentimiento, a la conversión y a la práctica de la oración y la penitencia como camino de reparación por los pecados de la Humanidad. Paulatinamente, los niños experimentaron una transformación profunda, basada en la práctica de la oración y de ejercicios de piedad.7 Como forma de disciplinarse, los niños comenzaron a llevar cordones apretados alrededor de la cintura y a realizar distintas obras de penitencia o mortificación.
Algunos de los mensajes transmitidos por los niños presagiaban guerras y calamidades en el mundo. Según el relato de Lucía, el 13 de julio de 1917 en la Cueva de Iria-Fátima les fue confiado a los niños el llamado «secreto de Fátima», dado a conocer en su totalidad por la Santa Sede durante el pontificado de Juan Pablo II. Después del relato de la tercera aparición que incluyó la revelación del «secreto de Fátima», los niños fueron secuestrados por mandato del alcalde de Vila Nova de Ourém y sometidos a castigos físicos con el objetivo de que revelaran el contenido de ese mensaje.
En posteriores retornos los niños fueron seguidos por miles de personas que se concentraban en el lugar. Entre las recomendaciones, según los testimonios de los niños, la Virgen hizo hincapié en la importancia del rezo del Rosario para la conversión de los pecadores y del mundo entero. La Virgen también habría pedido la construcción de una capilla en el lugar, capilla que fue el germen del actual santuario.
Según los escritos de Lucía, la última aparición de la Virgen a los tres pastorcitos tuvo lugar el 13 de octubre de 1917, día en que se produjo el llamado «milagro del sol», presenciado por 70 000 personas, entre ellos periodistas y personalidades consideradas "librepensadores" de la época, que quedaron estupefactos ante el hecho. El periodista Avelino de Almeida, del diario liberal y anticlerical O seculo, repitió reiteradamente en su relato: "yo lo he visto... yo lo he visto".
DESDE MI CALLE
EL FUTBOL COMO DEPORTE
Si, he escrito bien "El fútbol como deporte". Porque también hay fútbol que es deporte y no un espectáculo de masas.
Esta semana pasada me ha coincidido ver dos partidos de fútbol. Uno de ellos como espectador, y el otro por la televisión.
En el que estuve como espectador fué un partido de la llamada "regional". Es decir, que no tenía el "glamour" de famosos jugadores, ni de afamados entrenadores, ni campo de hierba recién cortada y regada, mas bien era un campo seco, con zonas en los que aún se veía los efectos de las lluvias torrenciales del invierno. No había grandes medidas de seguridad, como existen en los campos de la primera división, apenas un par de agentes de la Policía Municipal, ni en las gradas asientos confortables, sino bancos corrridos de piedra donde la gente se acomodaba según quería ver alguna zona que le interesase, bien las porterías o el centro del campo, etc. etc.
Pero en cambio, si había fútbol, fútbol de verdad. Ése en que veintidos jugadores, la mayoría jóvenes con acompañamiento de algún veterano, se disputaban el partido con toda energía y vigor. El balón iba de portería a portería, las entradas eran fuertes, duras, pero sin ánimo de dañar al contrario. Si algún jugador caía al suelo se levantaba rápido, no hacía simulaciones de lesiones, y si se quedaba tumbado era porque realmente le dolía. Hubo goles, el partido acabó en empate a dos tantos. Cuando el gol se produjo en una u otra portería, las celebraciones del gol se limitaban a palmaditas en la espalda, a darse la mano, y cosas así de sencillas. No había bailes de samba por el gol, ni tampoco alzamientos de los dedos señalando ser el mejor, ni besos al escudo del equipo de la camiseta (quizás el próximo año ese escudo sea de otro club y con otra camiseta). En una palabra, todo sencillo, únicamente fútbol.
En cambio, en el partido que vi por la televisión, entre dos equipos de "primera división", todo era completamente distinto, Entre los 22 jugadores que estaban en el campo, había de todo tipo de naciones. El balón se pasaba de un jugador a otro por ese lugar llamado "centro del campo" (parece que importantísimo para el desarrollo del encuentro), a los porteros sólo se les veía cuando sacaban un córner en contra, o cuando alguno de su equipo retrasaba el balón para que despejasen. Las faltas eran continuas, en mitad del campo, y los jugadores que recibían las faltas se retorcían en el suelo como si un rayo les hubiese alcanzado. El árbitro continuamente era protestado en sus decisiones por los jugadores. Los goles fueron de penaltis. La celebración era propia de alguien a quien le había tocado la lotería. Se tiraban al suelo, se abrazaban, besaban, etc. etc.
Qué dos formas más distintas de concebir el fútbol. Una como lo que debe ser DEPORTE, y otra como lo que no debería ser ESPECTACULO. Sin dudar, me quedo con la primera.
DESDE MI CALLE, que sigue siendo la calle de todos.
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