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lunes, 12 de agosto de 2013
DESDE MI CALLE
UNA MEJOR CONVIVENCIA
Cada día es más importante restablecer nuevos marcos de convivencia. Lo cierto es que somos muchos, y cuantos más somos, más sólos estamos. Creo que uno de los instrumentos más eficaces para salir de esta antipatía solitaria pasa por vincularse a la cultura. Hablo de un culto a la auténtica cultura como expresión de entendimiento, como conjunto de principios y valores que constituyen el alma de un pueblo, la misma razón del ser humano. La ciudadanía exige que se respete su derecho a una vida plenamente humana, nos la merecemos, y tenemos también el deber de cultivarla. Ahí están los lenguajes universalistas de los tratados entre los países, sus ciudadanos y los pueblos, que tienen como objetivo principal la convivencia entre mundos diversos. Nos queda poner en valor los principios de cooperación y colaboración, de amistad y hermanamiento, conscientes de la necesidad de seguir mejorando las condiciones de vida del ser humano. Evidentemente, en una sana armonía la discriminación no puede existir para que se produzca el acercamiento de unos y otros. El hecho de que existan privilegios y dominadores dificulta gravemente la concordia y entorpece cualquier asunto que aliente la unión. De ahi, la conveniencia de trazar otros caminos que conlleven unos vínculos menos despreciativos con las personas.
Indudablemente, la convivencia tiene que fundarse en la liberación de la persona. Por desgracia, en muchas ocasiones estamos sometidos al dominio del capital, a los intereses de los mercados. Mal que nos pese todavía existe un trato de inferioridad con algunos ciudadanos. Nos hemos inventados demasiadas cadenas sobre las que nadie puede sentirse perfectamente libre. El día que la libertad se arraigue a nuestra cultura hasta identificarse con ella, será el momento de una de las grandes elevaciones humanas, porque podremos dominar y refrenar apetitos insaciables, despreciar los honores y apreciar más los buenos deseos de convivir unidos. Para ello es vital que todas las culturas hagan lo posible para afianzar los vínculos de unidad, que activen la igualdad y la compresión, independiente de su origen y raza, para desarrollar una nueva relación de acogida y aceptación.
El mundo necesita apostar mucho más por las relaciones de vivir unidos en un mundo tan complejo, al que hemos globalizado, y poco más. Como enseña la historia, únicamente desde el respeto y la sincera conversación, y siempre bajo la voluntad del perdón, los ciudadanos podrán sentir una tolerable convivencia. No hay futuro de convivencia pacífica para multitud de pueblos. La verdad que cuesta entender es que sigamos viviendo (y conviviendo) con la absurda aventura del conflicto permanente, puesto que el aislamiento no tiene ya razón de ser, en un orbe interdependiente como el actual, donde una red de intercambios obliga en cierta manera a convivir. La búsqueda de ese bien colectivo ha de ajustarse a una igualdad cada día más humana. O si quieren, más ética. Está visto que cuando perdemos ese orden (entre la moral y la ética), soltamos la bestia salvaje que llevamos dentro, en lugar del ángel que también poseemos.
DESDE MI CALLE, que es la calle de todos.
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