San Urbano
Papa
Año 1370
Una de las épocas más difíciles de la Iglesia Católica fue lo que se ha llamado "El destierro de Avignon, o destierro de Babilonia", cuando los Papas se fueron a vivir a una ciudad francesa, llamada Avignon, poco después del año 1300, porque en Roma se les había hecho la vida poco menos que imposible a causa de las continuas revoluciones.
Entre todos los Papas que
vivieron en Avignon el más santo fue San Urbano V.
Nació en Languedoc,
Francia, en 1310. Hizo sus estudios universitarios y entró de monje
benedictino. Fue superior de los principales conventos de su comunidad y
como tenía especiales cualidades para la diplomacia los Sumos Pontífices
que vivieron en Avignon lo emplearon como Nuncio o embajador en varias
partes.
Estaba de Nuncio en Nápoles
cuando llegó la noticia de que había muerto el Papa Inocencio VI y que
él había sido nombrado nuevo Sumo Pontífice. Y no era ni obispo menos
cardenal.
En sólo un día fue consagrado obispo, y coronado como Papa.
Escogió el nombre de Urbano, explicando que le agradaba ese nombre
porque todos los Papas que lo habían llevado habían sido santos.
Como Sumo Pontífice se
propuso acabar con muchos abusos que existían en ese entonces. Quitó
los lujos de su palacio y de sus colaboradores. Se preocupó por obtener
que el grupo de sus empleados en la Corte Pontificia fuera un verdadero
modelo de vida cristiana. Entregó los principales cargos eclesiásticos
a personas de reconocida virtud y luchó fuertemente para acabar con las
malas costumbres de la gente. Al mismo tiempo trabajó seriamente para
elevar el nivel cultural del pueblo y fundó una academia para enseñar
medicina.
Con la ayuda de los
franciscanos y de los dominicos emprendió la evangelización de
Bulgaria, Ucrania, Bosnia, Albania, Lituania, y hasta logró enviar
misioneros a la lejanísima Mongolia.
Lo más notorio de este
santo Pontífice es que volvió a Roma, después de que ningún Papa había
vivido en aquella ciudad desde hacía más de 50 años. En 1366 decidió
irse a vivir la Ciudad Eterna. El rey de Francia y los cardenales (que
eran franceses) se le oponían, pero él se fue resueltamente. Las
multitudes salieron a recibirlo gozosamente por todos los pueblos por
donde pasaba y Roma se estremeció de emoción y alegría al ver llegar
al nuevo sucesor de San Pedro.
Al llegar a Roma no pudo
contener las lágrimas. Las grandes basílicas, incluso la de San Pedro,
estaban casi en ruinas. La ciudad se hallaba en el más lamentable
estado de abandono y deterioro. Le había faltado por medio siglo la
presencia del Pontífice.
Urbano V con sus grandes
cualidades de organizador, emprendió la empresa de reconstruir los
monumentos y edificios religiosos de Roma. Estableció su residencia en
el Vaticano (donde vivirán después por muchos siglos los Pontífices)
y pronto una gran cantidad de obreros y artistas estaban trabajando en
la reconstrucción de la capital. También se dedicó a restablecer el
orden en el clero y el pueblo, y en breve tiempo se dio trabajo a todo
mundo y se repartieron alimentos en gran abundancia. La ciudad estaba
feliz.
Empezaron otra vez las
revoluciones, y sus empleados franceses insistían en que el Papa
volviera a Avignon. Urbano se encontraba bastante enfermo y dispuso irse
otra vez a Francia en 1370. Santa Brígida le anunció que si abandonaba
Roma moriría. El 5 de diciembre salió de Roma y el 19 de diciembre
murió. Dejó gran fama de santo.
Pronto empezaron a llegar
visitantes ilustres, como el emperador Carlos IV de Alemania, y el
emperador Juan Paleólogo de Constantinopla. Todo parecía progresar.