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jueves, 5 de junio de 2014

DESDE MI CALLE

ALEGRIAS Y TRISTEZAS.

Un dicho muy común es aquél que dice que "después de la tempestad llega la calma". Tambien "después de la alegría puede llegar la tristeza", y o viceversa.

No todo debería ser, después de una jornada laboral, dedicarse únicamente al descanso y a la familia. Deberíamos dedicar más tiempo a conversar con la gente, a  recorrer las calles de nuestras ciudades, de nuestros pueblos, y ver y escuchar a la gente reirse o, cada vez más frecuentemente, observar sus rostros de tristeza,. Gente que quizás se acuerden de aquellas palabras que, un día, oyeron a su mayores: "Mientras el mundo estará alegre, vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría" Esta es la esperanza que les anima a seguir confiando en que merece la pena el vivir.

La situación conflictiva que vivimos hoy, incluso con esa sensación de sentirnos totalmente desamparados, hace necesaria, casi diría imprescindible, la experiencia de la alegría. Sólo así podremos vivir la dureza del presente, como el parto de algo nuevo. A veces, es más fácil verlo en nosotros mismos que en el mundo que nos rodea. ¿Cúantas de nuestras crisis, de nuestras tristezas, no han sido la antesala de nuevos descubrimientos, de un gozo más enraizado?

Tengamos pues, la esperanza que, del mismo modo que después de la tempestad llega la calma, también después de la tristeza nos llegue la alegria.

DESDE MI CALLE, que sigue siendo la calle de todos.
 

 



PASTORAL: SANTO DEL DIA

San Norberto, Arzobispo de Magdeburgo

6 de Junio



 Nació en Xanten y desde joven abrazó la vida religiosa, recibiendo las órdenes menores, incluyendo el subdiaconato. Fue convertido cuando caminando por un sendero un rayo asustó a su caballo e hizo que lo derribara al suelo, dejándolo sin conocimiento por más de una hora. Lo primero que dijo al volver en sí, fueron las palabras de San Pablo: "¿Señor, que quieres que yo haga?" y por respuesta oyó las palabras del salmo 37: "Apártate del mal y haz el bien". La conversión fue tan repentina y tan completa como la del apóstol Pablo; se retiró a una casa de oración a meditar y a hacer penitencia y se puso bajo la dirección de un santo director espiritual. Después de hacer los debidos estudios fue ordenado sacerdote en el año 1115.

Uno de sus propósitos fue cumplir y seguir fielmente el Evangelio, y difundirlo por todo el mundo. El Pontífice Gelasio II le concedió licencia para predicar por todos los paises, fundando una comunidad en una zona desértica llamada "Premonstré".

Los monjes, con el santo a la cabeza, se dedicaron a vivir el Evangelio lo mejor posible, y pronto San Norberto tuvo nueve conventos en diversas partes del país. El Papa Honorio II aprobó la nueva comunidad, la cual se extendió por varios países.

Fue nombrado Arzobispo de Magdeburgo, y San Norberto se dedicó con todas sus energías a poner orden en su arquidiócesis, ya que muchos laicos se estaban apoderando de los bienes de la Iglesia y algunos sacerdotes no tenían el debido comportamiento. Sus reformas tuvieron una fuerte oposición. Le inventaron toda clase de calumnias y trataron de levantar al pueblo en su contra. Dos o tres veces el santo obispo estuvo a punto de ser asesinado. La rebelión llegó a tal extremo que San Norberto tuvo que salirse de Magdeburgo, pero entonces empezaron a suceder tan terribles males en la ciudad, que los ciudadanos fueron a pedirle que regresara y le prometieron ser más obedientes a sus mandatos e instrucciones. A los pocos años, en el clero se notaba ya un cambio muy consolador y un gran progreso en el fervor y en las buenas costumbres.

 En Roma, los enemigos del Papa Inocencio II eligieron un antipapa, llamado Anacleto, expulsando a Inocencio II de la ciudad eterna. San Norberto convenció al emperador Lotario para que con un gran ejército, fuera a Italia a defender al Pontífice, el cual sin ayuda militar del exterior no podía entrar a Roma. El emperador Lotario, por influencia de nuestro santo, se dirigió con su ejército hacia Italia y en mayo del año 1133 entró a Roma, acompañado de San Norberto y de San Bernardo, y posesionó de nuevo al Pontífice.
Terminada esta su última gran acción, el santo se sintió ya sin fuerzas; en 20 años de episcopado había hecho un trabajo como de sesenta años. Murió en Magdeburgo, el 6 de junio de 1134, a los 53 años.