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miércoles, 22 de marzo de 2017

PASTORAL: SANTO DEL DIA


 Santo Toribio de Mogrovejo
         Arzobispo de Lima
             (año 1606)


Nació en Mayorga, España, en 1538.
Los datos acerca de este Arzobispo, personaje excepcional en la historia de Sur América, producen asombro y maravilla.
Los historiadores dicen que Santo Toribio fue uno de los regalos más valiosos que España le envió a América. Las gentes lo llamaban un nuevo San Ambrosio, y el Papa Benedicto XIV dijo de él que era sumamente parecido en sus actuaciones a San Carlos Borromeo, el famoso Arzobispo de Milán.
Toribio era graduado en derecho, y había sido nombrado Presidente del Tribunal de Granada (España) cuando el emperador Felipe II al conocer sus grandes cualidades le propuso al Sumo Pontífice para que lo nombrara Arzobispo de Lima. Roma aceptó y envió en nombramiento, pero Toribio tenía mucho temor a aceptar. Después de tres meses de dudas y vacilaciones aceptó.
El Arzobispo que lo iba a ordenar de sacerdote le propuso darle todas las órdenes menores en un solo día, pero él prefirió que le fueran confiriendo una orden cada semana, para así irse preparando debidamente a recibirlas.
En 1581 llegó Toribio a Lima como Arzobispo. su arquidiócesis tenía dominio sobre Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Bolivia, Chile y parte de Argentina. Medía cinco mil kilómetros de longitud, y en ella había toda clase de climas y altitudes. Abarcaba más de seis millones de kilómetros cuadrados.
Al llegar a Lima Santo Toribio tenía 42 años y se dedicó con todas sus energías a lograr el progreso espiritual de sus súbditos. La ciudad estaba en una grave situación de decadencia espiritual. Los conquistadores cometían muchos abusos y los sacerdotes no se atrevían a corregirlos. Muchos para excusarse del mal que estaban haciendo, decían que esa era la costumbre. El arzobispo les respondió que Cristo es verdad y no costumbre. Y empezó a atacar fuertemente todos los vicios y escándalos. A los pecadores públicos los reprendía fuertemente, aunque estuvieran en altísimos puestos.
Las medidas enérgica que tomó contra los abusos que se cometían, le atrajeron muchos persecuciones y atroces calumnias. El callaba y ofrecía todo por amor a Dios, exclamando, "Al único que es necesario siempre tener contento es a Nuestro Señor".
Tres veces visitó completamente su inmensa arquidiócesis de Lima. En la primera vez gastó siete años recorriéndola. En la segunda vez duró cinco años y en la tercera empleó cuatro años. La mayor parte del recorrido era a pie. A veces en mula, por caminos casi intransitables, pasando de climas terriblemente fríos a climas ardientes. Eran viajes para destruir la salud del más fuerte. Muchísimas noches tuvo que pasar a la intemperie o en ranchos miserabilísmos, durmiendo en el puro suelo. Los preferidos de sus visitas eran los indios y los negros, especialmente los más pobres, los más ignorantes y los enfermos.
Logró la conversión de un enorme número de indios. Cuando iba de visita pastoral viajaba siempre rezando. Al llegar a cualquier sitio su primera visita era al templo. Reunía a los indios y les hablaba por horas y horas en el idioma de ellos que se había preocupado por aprender muy bien. Aunque en la mayor parte de los sitios que visitaba no había ni siquiera las más elementales comodidades, en cada pueblo se quedaba varios días instruyendo a los nativos, bautizando y confirmando.
Celebraba la misa con gran fervor, y varias veces vieron los acompañantes que mientras rezaba se le llenaba el rostro de resplandores.
Santo Toribio recorrió unos 40,000 kilómetros visitando y ayudando a sus fieles. Pasó por caminos jamás transitados, llegando hasta tribus que nunca habían visto un hombre blanco.
Al final de su vida envió una relación al rey contándole que había administrado el sacramento de la confirmación a más de 800,000 personas.
Una vez una tribu muy guerrera salió a su encuentro en son de batalla, pero al ver al arzobispo tan venerable y tan amable cayeron todos de rodillas ante él y le atendieron con gran respeto las enseñanzas que les daba.
Santo Toribio se propuso reunir a los sacerdotes y obispos de América en Sínodos o reuniones generales para dar leyes acerca del comportamiento que deben tener los católicos. Cada dos años reunía a todo el clero de la diócesis para un Sínodo y cada siete años a los de las diócesis vecinas. Y en estas reuniones se daban leyes severas y a diferencia de otras veces en que se hacían leyes pero no se cumplían, en los Sínodos dirigidos por Santo Toribio, las leyes se hacían y se cumplían, porque él estaba siempre vigilante para hacerlas cumplir.
Nuestro santo era un gran trabajador. Desde muy de madrugada ya estaba levantado y repetía frecuentemente: "Nuestro gran tesoro es el momento presente. Tenemos que aprovecharlo para ganarnos con él la vida eterna. El Señor Dios nos tomará estricta cuenta del modo como hemos empleado nuestro tiempo".
Fundó el primer seminario de América. Insistió y obtuvo que los religiosos aceptaran parroquias en sitios supremamente pobres. Casi duplicó el número de parroquias o centros de evangelización en su arquidiócesis. Cuando él llegó había 150 y cuando murió ya existían 250 parroquias en su territorio.
Su generosidad lo llevaba a repartir a los pobres todo lo que poseía. Un día al regalarle sus camisas a un necesitado le recomendó: "Váyase rapidito, no sea que llegue mi hermana y no permita que Ud. se lleve la ropa que tengo para cambiarme".
Cuando llegó una terrible epidemia gastó sus bienes en socorrer a los enfermos, y él mismo recorrió las calles acompañado de una gran multitud llevando en sus manos un gran crucifijo y rezándole con los ojos fijos en la cruz, pidiendo a Dios misericordia y salud para todos.
El 23 de marzo de 1606, un Jueves Santo, murió en una capillita de los indios, en una lejana región, donde estaba predicando y confirmando a los indígenas.
Estaba a 440 kilómetros de Lima. Cuando se sintió enfermo prometió a sus acompañantes que le daría un premio al primero que le trajera la noticia de que ya se iba a morir. Y repetía aquellas palabras de San Pablo: "Deseo verme libre de las ataduras de este cuerpo y quedar en libertad para ir a encontrarme con Jesucristo".
Ya moribundo pidió a los que rodeaban su lecho que entonaran el salmo que dice: "De gozo se llenó mi corazón cuando escuché una voz: iremos a la Casa del Señor. Que alegría cuando me dijeron: vamos a la Casa del Señor".
Las últimas palabras que dijo antes de morir fueron las del salmo 30: "En tus manos encomiendo mi espíritu".

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DESDE MI CALLE



QUE LOS PODEROSOS TAMBIÉN PIDAN PERDÓN



La realidad tiene una actualidad abrumadora. Basta con mirar cómo está el entramado de las realidades sociales, políticas o económicas en el cual nos movemos por una y mil situaciones. La fuerza competitiva del capitalismo salvaje va sembrando en nuestro mundo el odio y la venganza. Las víctimas de un sistema tan injusto crecen cada día más. Los que se creen grandes, fuertes, poderosos NO piden perdón.

¿Y, mientras, qué hace nuestro Gobierno? Reparte cientos de miles de euros entre asociaciones homófobas, indulta a condenados por corrupción para que no entren en la cárcel, etc etc., y algunos de sus ministros son de !misa diaria!. Deberían leer las siete obras de misericordia y actuar en consecuencia.

1. Visitar a los enfermos.
En vez de ello, hacen recortes en sanidad, dependencia, instituyen el co-pago sanitario, consiguiendo que mucha gente necesitada de medicamentos no pueda acceder a ellos por su costo.

2.- Dar de comer al hambriento.
Cada día proliferan más ésas organizaciones humanitarias, e incluso algunos particulares, que organizan los comedores sociales, repartiendo diariamente miles y miles de comidas a gente que no tiene nada que dar de comer a sus hijos y nada que comer ellos.

3.- Dar de beber al sediento.
Dar de beber justicia social, solidaridad, no pensar únicamente en ellos, sino también en tanto ciudadano necesitado de beber ésa justicia.

4.- Vestir al desnudo.
Preocuparse de todos ésos indigentes que duermen debajo de puentes, o en plena calle, sin nada que les arrope en la frías noches. Mientras ellos, los "elegidos", van a conciertos, teatros, fiestas mundanas con sus mejores prendas.

5.- Socorrer a los presos.
Mientras algunos de ésos presos, están en sus celdas disfrutando de más lujos que muchos ciudadanos corrientes, algunos presos no pueden recibir a sus familias más que de vez en cuando. Familias que tienen que recorrer a veces mucha distancia por que el preso está lejos de donde viven.

6.- Dar posada al forastero.
Forastero, "Persona que procede de otro lugar distinto a aquél en que se encuentra" Cúantos de nuestros jóvenes, muchos muy bien preparados intelectualmente,han tenido que emigrar a otros países a buscar un trabajo, trabajo que aquí no pueden encontrar. Cúantas personas huyen de la guerra, lo estamos viendo diariamente, en busca de un lugar donde poder subsistir en paz. ¿También ellos son forasteros?.

7.- Enterrar s los muertos.
Aún se encuentran en fosos comunes, en sitios donde se sabe a ciencia cierta que existen muertos a los que sus familiares quieren enterrar para que ellos y sus descendientes, puedan acercarse a ésas tumbas y derramar lágrimas por ellos. ¿Y qué hace el Gobierno? NADA. Deja que pasen los años, las décadas, y que ésa memoria de tantos y tantos muertos, desaparezca.

Presionemos a éste Gobierno para que se acuerden de que los ciudadanos si tenemos memoria, y obliguemos a esos poderosos, fuertes a de que por fin PIDAN PERDÓN.

DESDE éste RINCÓN DE MI CALLE que sigue siendo la calle de todos, o de casi todos.