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viernes, 16 de diciembre de 2016

PASTORAL: SANTO DEL DIA

  San Lázaro
  Amigo de Jesús
        Siglo I



Lázaro era el jefe de un hogar donde Jesús se sentía verdaderamente amado. A casa de Lázaro llegaba el Redentor como a la propia casa, y esto era muy importante para Cristo, porque él no tenía casa propia. El no tenía ni siquiera una piedra para recostar la cabeza (Lc. 9, 58). En casa de Lázaro había tres personas que amaban a Nuestro Salvador como un padre amabilísimo, como el mejor amigo del mundo. La casa de Betania es amable para todos los cristianos del universo porque nos recuerda el sitio donde Jesús encontraba descanso y cariño, después de las tensiones y oposiciones de su agitado apostolado.
En la tumba de un gran benefactor escribieron esta frase: "Para los pies fatigados tuvo siempre listo un descanso en su hogar". Esto se puede decir de San Lázaro y de sus dos hermanas, Martha y María.
La resurrección de Lázaro es una de las historias más interesantes que se han escrito. Es un famoso milagro que llena de admiración.
Un día se enferma Lázaro y sus dos hermanas envían con urgencia un mensajero a un sitio lejano donde se encuentra Jesús. Solamente le lleva este mensaje: "Aquél a quien Tú amas, está enfermo". Bellísimo modo de decir con pocas palabras muchas cosas. Si lo amas, estamos seguros de que vendrás, y si vienes, se librará de la muerte.
Y sucedió que Jesús no llegó y el enfermo seguía agravándose cada día más y más. Las dos hermanas se asoman a la orilla del camino y... Jesús no aparece. Sigue la enfermedad más grave cada día y los médicos dicen que la muerte ya va a llegar. Mandan a los amigos a que se asomen a las colinas cercanas y atisben a lo lejos, pero Jesús no se ve venir. Y al fin el pobre Lázaro se muere. Pasan dos y tres días y el amigo Jesús no llega. De Jerusalén vienen muchos amigos al entierro porque Lázaro y sus hermanas gozan de gran estimación entre la gente, pero en el entierro falta el mejor de los amigos: Jesús. Él que es uno de esos amigos que siempre están presentes cuando los demás necesitan de su ayuda, ¿por qué no habrá llegado en esta ocasión?
Al fin al cuarto día llega Jesús. Pero ya es demasiado tarde. Las dos hermanas salen a encontrarlo llorando: -"Oh, ¡si hubieras estado aquí! ¡Si hubieras oído cómo te llamaba Lázaro! Sólo una palabra tenía en sus labios: ‘Jesús’. No tenía otra palabra en su boca. Te llamaba en su agonía. ¡Deseaba tanto verte! Oh Señor: sí hubieras estado aquí no se habría muerto nuestro hermano".
Jesús responde: - "Yo soy la resurrección y la Vida. Los que creen en Mí, no morirán para siempre". Y al verlas llorar se estremeció y se conmovió. Verdaderamente de Él se puede repetir lo que decía el poeta: "en cada pena que sufra el corazón, el Varón de Dolores lo sigue acompañando".
Y Jesús se echó a llorar. Porque nuestro Redentor es perfectamente humano, y ante la muerte de un ser querido, hasta el más fuerte de los hombres tiene que echarse a llorar. Dichoso tú Lázaro, que fuiste tan amado de Jesús que con tu muerte lo hiciste llorar.
Los judíos que estaban allí en gran número, pronunciaron una exclamación que se ha divulgado por todos los países para causar admiración y emoción: "¡Miren cuánto lo amaba!".
¡Lázaro: yo te mando: sal fuera! Es una de las más poderosas frases salidas de los labios de Jesús. Un muerto con cuatro días de enterrado, maloliente y en descomposición, que recobra la vida y sale totalmente sano del sepulcro, por una sola frase del Salvador. ¡Que milagrazo de primera clase! Con razón se alarmaron los fariseos y Sumos sacerdotes diciendo: "Si este hombre sigue haciendo milagros como éste, todo el pueblo se irá con Él".
Cómo nos deben brillar los ojos al ver lo poderoso que es Nuestro jefe, Cristo. ¡Cómo deberían llenarse de sonrisas nuestros labios al recordar lo grande y amable que es el gran amigo Jesús!. Sin tocar siquiera el cadáver. Sin masajes, sin remedios, con sólo su palabra resucita a un muerto de 4 días de enterrado.

MUSICA LOS MISMOS - "El hombre del tiempo" (1968).wmv

DESDE MI CALLE



REFLEXIONES SOBRE LA NAVIDAD




La Navidad nos moviliza a todos. Las amas de casa haciendo compras para la Noche Buena, los niños y los grandes pensando en los regalos, otros planificando días de vacaciones ...  todos queremos pasar unos días de paz, alegría, fiesta y fraternidad.

Escuché hace unos días, una historia sobre éstos días, que me conmovió. El día anterior a la Navidad, fueron un grupo de una asociación a visitar una residencia de ancianos. Iban de habitación en habitación, saludando a los residentes y conversando con ellos. Cuando llegaron a la habitación de un anciano, tocaron la puerta. No les extrañó la tardanza en abrirla porque era la hora en que traían el correo. "Estará ocupado con los regalos de Navidad", se dijeron. Cuando por fin escucharon "Adelante" nada más entrar vieron al anciano revisando un paquete grande. Posteriormente escucharon que era de su hija, dueña de varios negocios. En ése paquete había puros, licores, dulces, vinos, zapatos forrados de piel, etc. Todo lo que uno podría desear. Pero al anciano se le veía, triste, descontento... Ni una chispa de alegría. Le preguntaron "Señor cómo es que pone una cara tan triste cuando recibe tantas cosas por Navidad? 

El anciano mirándoles les contestó:  "No hay amor en éste paquete" Y les contó que su hija siendo tan rica, había ordenado a sus empleados que preparasen el paquete, y en una postal de Navidad barata había escrito nada más que "De parte de tu hija y de tu hijo político", Nada más. No había un deseo personal, no había visita, no había invitación: "Ven a pasar la fiesta con nosotros". Y cada uno de los regalos llevaban la etiqueta con su precio para que el padre se diera cuenta cuánto había gastado por él.
"Pero no había amor en el paquete".

Los regalos más ricos y más hermosos no valen nada y no pueden dar alegría cuando no hay amor en ellos.

DESDE ÉSTE RINCÓN DE MI CALLE, que en estos día es más que nunca la calle de todos.