MARIJESES EN GERNIKA
La tradición de los Marijeses consiste en un novenario
cantado por un grupo de personas que recorren las calles de Gernika de 4
a 6 de la madrugada, las nueve noches anteriores a la Navidad.
Desde el día 16 hasta el 24 de diciembre, un solista,
seguido del coro va cantando los misterios de la Virgen y de la Navidad.
El coro parte del atrio de Santa María –en la actualidad se inicia la
ronda por detrás de la parroquia- y va recorriendo distintos itinerarios
cada día, para terminar nuevamente en la parroquia de Santa María..
Las melodías y estribillos que se cantan son tres
–como si correspondieran a los tres actos de una obra teatral-. Las
cuatro primeras noches se canta la melodía: “Abendu santu honetan”,
segida del estribillo “María José, Jesús María”. A partir de la quinta
noche se canta la melodía “Bilosik bazagoz ere” con el estribillo
“Jesucristo adoratzen zaitugu, Jesucristo”.
El último día se hacen tres rondas. En la madrugada
del 24 se canta la melodía “Nazareteko tenpluan dago”. A las ocho de la
mañana se realiza otra ronda, con participación de txistularis y que
termina con el estribillo “Ta bart Belenen, ta bart Belenen, jaio da
Jesús Nazaren”. Tras terminar esta ronda se inicia otra que durará hasta
el mediodía y es cuando se lleva a cabo la cuestación.
ORIGEN DE LOS MARIJESES
José Antonio Arana cree que los Marijesiak de Gernika
constituyen un resto de una pieza teatral, que con el tiempo fue
perdiendo su primitiva factura escénica para convertirse en una ronda
callejera.
En cuanto a su estructura musical cree que aunque los
textos se han mezclado, y se cantan indistintamente con una u otra
melodía, lo cierto es que los Marijeses se dividen en tres partes bien
definidas por las tres melodías diferentes que se interpretan.
Esta estructura musical de los Marijeses corresponde a
una obra teatral en dos actos y un epílogo. La primera parte se
iniciaría con un saludo ritual a la Eucaristía y continuaría con el
anuncio del Nacimiento y las estrofas referentes a lo que podríamos
encuadrar dentro del Antiguo Testamento o preparación del misterio de la
Redención. Trascurre este acto desde Adán hasta la Anunciación del
Ángel a María. El segundo acto, con una segunda melodía, cuenta ya el
Nacimiento, la Adoración de los Reyes, las escenas de Herodes, y el
anuncio a los pastores. El epílogo, con una tercera melodía, es la
fiesta de los pastores y la despedida de los actores.
La duración de la obra sería de hora y media,
aproximadamente. Este espacio de tiempo era tradicionalmente respetado
hasta hace unos quince años en la ronda guerniquesa. El crecimiento del
espacio urbano hacía que la ronda tuviera que ampliar su recorrido para
hacer llegar a todos los rincones de la villa su mensaje.
ANTIGÜEDAD DE LOS MARIJESES
Las primeras noticias que se tienen de los Marijeses
se remontan al siglo XVII, donde aparecen ya impresas algunas de las
estrofas que actualmente siguen cantándose. En 1691 el sacerdote
durangués Nicolás Zubia Araoz (1647-1694) publicó en San Sebastián una
Doctrina Cristiana en Basquence de la que no se conserva ningún
ejemplar. Su contenido nos es conocido por otro libro que otro sacerdote
durangués, José de Lezamiz (1654-1708), publicó en México en 1699: Vida
del apóstol Santiago. En este libro de Lezamiz aparecen las Coplas a la
Encarnación y Nacimiento de Nuestro Señor Jesu Christo, tomadas del
libro de Zubia. Estas coplas, y muchas más, son las que componen los
actuales versos de los Marijeses de Gernika que tienen fecha de
impresión de fines del siglo XVII. No será aventurado pensar que, puesto
que Zubía no dicen que sean propias, sean tomadas del pueblo que las
cantaría desde mucho antes. Desde ese antes que puede ser el de la pieza
teatral que repetida Navidad tras Navidad quedaría fijada en la memoria
del pueblo.
Aquella pieza teatral primitiva vasca, algunas de
cuyas estrofas no fueron conservadas por Zubía y Lezamiz, pasaron
nuevamente a ser recordadas impresas por Barrutia en el siglo XVIII.
Los Marijeses de Gernika fueron primeramente
publicados por Pedro Garratza, llamado en realidad Pedro Bidaguren
Barayazarra (1867-1951). Hacia 1915 imprimió en Gernika, en la imprenta
de Gotilla y Ormaechea, un librito titulado Canta Barriak Gaboneracuac
bederatzi egunian cantateco-Marijesiac burus euquiteco direnac o Cantos
de Navidad para ser cantados durante nueve días, o sea, Marijeses que
han de saberse de memoria. En el citado librito aparecen 75 estrofas con
los 32 versos que se han de cantar los cuatro primeros días, los 31 de
los cuatro siguientes y el resto para el último día, 24 de diciembre.
Aunque los Marijeses se han celebrado desde época
inmemorial, la falta de documentación solo permite remontar a principios
del siglo XX para saber cómo se cantaba. Como aceptación general, se
puede afirmar que el grupo que hacía la ronda estaba formado por un
solista más cuatro o cinco acompañantes que formaban el coro.
En 1915 peligró la supervivencia de los Marijeses. La
Guerra Mundial hizo que las fábricas de armas de Gernika trabajaran a
tope y que los Marijeses no pudieran perder sueño en las nueve frías
noches del novenario. En tal circunstancia, un grupo de 15 estudiantes
se dispusieron a cubrir la vacante de los armeros.
Parece que la ronda
de Marijeses se iniciaba arrodillándose todos, para cantar la primera
estrofa, en el último peldaño de la grada de Santa María. Allí se
iniciaba el recorrido por las calles del casco de Gernika.
Acabada la
Guerra Mundial en 1918, volvió a salir el quinteto tradicional, si nien
acompañado por algunos estudiantes que habían tomado gusto a la
tradición.
En 1937, sin calles donde cantar, hubo otro parón hasta que en 1940, con la villa aún destruida, surgió de nuevo la tradición.
IMPORTANCIA DE LA CUESTACIÓN
Los grupos eran cerrados, al solista le acompañaban 4 ó
5 personas, a veces seis, pero no más, entre los cuales se repartía la
cuestación. Si el grupo fuera mayor, la “partija” sería menor.
Las condiciones que soportaban los Marijeses eran
duras: Después de cantar de 4 a 6 de la madrugada, solo les quedaba una
hora para recuperar fuerzas, ya que a las 7,30 tenían que ponerse
nuevamente en marcha dirección al taller, donde les esperaba una dura
jornada de mañana y tarde. Por ende el mantenimiento de la tradición
suponía un sacrificio que se veía comprensado el último día de la
cuestación.
Durante el racionamiento de la época de la postguerra
las condiciones de vida eran muy duras. Agustín Irazabal, de la
panadería Labakoa, empezó a ofrecer al grupo de Meaza unos panecillos
–pan blanco- cuando pasaban por su tahona. Los bares les ofrecían
botellas de licor.
Cuando la situación se normalizó, los Marijeses
empezaron a entrar en la panadería para ofrecer vino o licor a los
panaderos a cambio del tradicional pan. Hoy en día la tradición se
mantiene y la entrada a la panadería de Labakoa, es una de las paradas
obligatorias.
El último día, 24 de diciembre, era muy especial para
los Marijeses. Ese día no iban al taller. Tras la primera ronda de las 4
de la madrugada, se iniciaba una segunda a las seis de la mañana. Para
entonces el pueblo ya se estaba despertando: Los madrugadores y
madrugadoras iban a la primera misa, las pescadoras de Bermeo empezaban a
abrir sus pescaderías y las aldeanas se disponían a preparar sus
puestos para la venta de sus productos de caserío.
En esta segunda ronda ya iban acompañados de txistu y
el atabal, para tocar el aurresku y bailar con los que ya habían salido
de sus casas. Este aurresku y su correspondiente baile, antes de la
guerra tenía lugar en la plaza del ayuntamiento, y después de la guerra
en el Pasileku..
Tras esta segunda ronda, venía la cuestación. Ésta
solamente era realizada por el grupo reconocido. El trabajo era arduo.
Había que recorrerse todo el pueblo y subir las escaleras de todos los
pisos, ya que la cuestación se hacía de puerta en puerta. El solista se
quedaba en el portal y el resto del coro subía las escaleras mientras
iba cantando las estrofas. La “partija” –cantidad que correspondía a
cada componente del grupo- podía variar entre las 300 y 500 pts.
Hacia los años 60 la situación económica había
mejorado de manera considerable. En las fábricas se ganaba más dinero y
las necesidades se podían cubrir mejor, así que el desánimo iba calando
en el grupo de los Marijeses. Ante tal situación, hacia 1963, Alberto
Zubiaurre logró una subvención del Ayuntamiento de 10.000 pts para que
los Marijeses siguieran cantando y la tradición no desapareciera.
En 1965 se hizo una convocatoria popular para que
acudiera más gente a hacer la última ronda con el mensaje de “Marijesiak
gernikaleentzat”. La respuesta fue masiva..
A partir de los años 70 el grupo se abre, aumenta
considerablemente en el número de personas que se dan cita para cantar
el novenario, pasando la cuestación a segundo plano. Los solistas ya no
acuden a cantar atraídos por la bolsa, sino por un deseo innato de
mantener la tradición, dedicándose el dinero obtenido a fines benéficos.
MANUAL DE BOLSILLO
En 1997 se editó un
Los cuatro primeros días todas las coplas se cantan
con la melodía de “Abendu santu honetan...”, seguidas del estribillo
“María, José/ Jesús, María”