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martes, 26 de agosto de 2014

DESDE MI CALLE



LA CEGUERA DE LOS HIPOCRITAS

Una de las consecuencias de la dimensión de la ceguera de los hipócritas es la desproporción, la falta de mesura o equilibrio entre el modo de mirar a los otros y mirarse a uno mismo, las obsesiones y manías, que cada uno almacenamos en nuestras tripas y en nuestro corazón. !Cuánto daño podemos hacer filtrando "mosquitos" en un mundo de camellos! !Cuánto dolor causamos cuando ponemos la medida de una persona en pequeñeces y minucias, pero desestimamos lo oculto,  la intención, el deseo !la vida!.

Vivimos un mundo lleno de copas y platos relucientes, pero atiborrados de robo, desenfreno, injusticia, mentiras, abusos, violencia..  Cierto. Posiblemente, ni más ni menos que en otras épocas. No caigamos, únicamente, en ataques que ajustician nuestro actual mundo, a los políticos actuales, a los dirigentes religiosos, a nuestros líderes, a nuestros gobernantes... mientras nos mantenemos ciegos con nuestro propio interior. ¿Acaso no es otro modo de hipocresía?... !Cuánto profeta existe hoy en día para los otros, incapaz de verse a sí mismo quebrantando los derechos de los demás, quebrantando la compasión, la tolerancia, la sinceridad!

Que nadie en modo alguno te desoriente, que ningún guía ciego te aparte de tu más profundo centro, de tu vida transparente, de tu mejor TU. 

DESDE MI CALLE, que sigue siendo la calle de todos.

PASTORAL: SANTO DEL DIA




SANTA MONICA
(332-387)

Nacida en el Norte de Africa, tiene por biógrafo a su hijo San Agustin.

Siempre fiel a su esposo, a pesar de la infelidad de éste y arrebatos de cólera.

Pagana de nación, junto con su esposo Patricio, un ciudadano de Tagaste, ella próntamente se pasó al cristianismo y Patricio lo haría más tarde, renunciando a sus excesos. A la madre de su esposo se la ganó con atenciones..

Santa Mónica fué pura energía a la hora de desviar a su hijo Agustín de los malos caminos de la vida, orando é invocando plegarias para que su hijo no fuera por mal camino.

Al enviudar, se consagró totalmente a la conversión de su hijo, cuyo espíritu estaba infestado por los errrores maniqueos, y su corazón por las costumbres de la disoluta Roma.

San Agustín se convirtió en el año 387, año en que Mónica murió en Ostia (Italia), asistida por su propio hijo.

Se la representa tocada con un velo en actitud de orar o leyendo, con un rosario o junto a San Agustín.