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martes, 9 de julio de 2013

DESDE MI CALLE

SABADO SABADETE

Nunca me gustó aquello del sábado sabadete, en principio, porque las camisas nuevas me las pongo cuando es menester y mis éxtasis se hallan más allá del bien y del mal. Tampoco hago caso a eso de la diversión por decreto. Gozo cuando puedo y quiero, sin que la autoridad me imponga fechas y horarios. Soy rebelde con causa. Quizá sea un tipo raro. Y no es cuestión de que uno ya tenga más tiempo pretérito, gastado, que porvenir; desde niño pregunté tanto lo que entendía como lo que no comprendía. De mayor, adelgazan las virtudes y engordan los defectos.
Ahora, me limito a observar la "alegría" de los jóvenes en las fiestas que proliferan por toda la geografía ibérica, y me pregunto si en esas almas juveniles hierve la rebeldía, si cuestionan el sistema democrático, si piensan en su futuro, si respetan lo público o sólo aman los que les pertenece, si son ciudadanos o tan sólo vecinos, si, para ser más claro, se preocupan por el estado de sus ciudades, sus pueblos, si saben quién o quienes son los responsables de la deriva que, ha tiempo, inciaron llevándoles hacia el abismo, si esta cuesta abajo económica, social y cultural hallará un punto de inflexión o no hay ya remedio.
Veo color y mucha vida entre los jóvenes por estas fechas. Me encantaría que alcohol y las malas hierbas quedasen fuera de sus políticas lúdicas. Exigo a esa juventud que, después de las fiestas, se coloque peto y espaldar y ejerzan de caballeros para transformar y cambiar ese caciquismo barato, humillante, anacrónico que los asfixia, que los obliga a buscarse la vida en otros lugares. Porque si ellos, sus tiernas almas, se quedan sólo en la juerga y el cachondeo, todo seguirá tal cual; depresión demográfica, ansiedad cultural y hambre para almorzar en la mesa.
La gente de mi generación reflexionaba:primero, mostraron rebeldía contra el sistema y, después, si todo iba bien, amaba... aunque tocase en sábado sabadete y la camisa fuera vieja, la de siempre, la que aún nos dura en el interior de nuestro cerebro. Ahora bien, reconozco que nosotros también miccionábamos, pero no en el retrete de la vía pública.

Lo escribo a la vuelta de vacaciones y observando las fiestas en ésta época veraniega, DESDE MI CALLE, que es la calle de todos, y, en estas fechas, sobre todo de la juventud.