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viernes, 24 de mayo de 2013
DESDE MI CALLE
ELLOS
La forma más simple, pero puede que también menos convincente de resolver los asuntos contenidos en las políticas públicas, es dotarles de un barniz religioso o de conducta. Un maridaje entre política y moral constantemente servido en este espectáculo de suficiencia del Gobierno del PP empeñado en inyectarnos la moral cristiana a golpe de silbato mientras suena una gaita tradicional gallega. En este papel mental entre el PP de De Guindos y de Gallardón, las políticas públicas y la moral de buen cristiano se dan con fruición como en una pista de autos de choque. Y digo chocan porque, hasta que ha suavizado las posturas no se puede entender que un ministro quiera una ley de aborto más severa, que por cierto no supondrá menos abortos, y en el siguiente carril otro ministro o presidente autonómico acabe con las ayudas a la dependencia, privatice hospitales o aplique el copago en aras del ya bautizado austericidio. Esto sí que es más por menos.
El problema les es tan ajeno que han terminado haciéndolo nuestro. Nunca lo han vivido, ni lo vivirán, con licencia para tener su tropa de hijos, vengan como vengan, y reclutar un ejército de cuidadores para que los cabezas de familia no tengan que dejar de trabajar para ocuparse de sus hijos dependientes. Es fecundo el lecho de la pobreza y lo saben mientras viven en su burbuja bañada en moralina, como lo han hecho siempre, con un partido, donde los pobres no están en sus capas dirigentes pero si entre sus votantes de hundida clase media tutelados por el consumismo como analgésico pero nunca llamados a participar en las decisiones importantes. Para eso están ELLOS, los que siempre han estado: ellos, sus hermanos, primos y mediocres hijos colocados en bancos, o al revés, entrando en política de la mano de los grandes magnates, detalle importante si no queremos perder de vista de donde sale el dinero.
La única excepción que se me ocurre es Aznar, ese expresidente neocon surgido de las capas medias con su traje gris de inspector de hacienda y convertido en becerro de oro que echa fuego a las cerillas mientras levanta un tsunami televisado para el que sólo quedó rematar con un tieso "ahí os lo dejo". Rajoy anda con las barbas a remojo y a la sociedad le asaltan los ayatolás de las costuras. ¿Por qué no soy cristiano? se preguntaba Bertrand Rusell. En la respuesta algunas clases parecen vivir siempre bajo el pecado eterno por el que sólo sufren los demás y donde los crueles son los de toda la vida y los pecadores también.
DESDE MI CALLE, que hoy más que nunca no es de ELLOS, sino de TODOS.
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