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domingo, 21 de julio de 2013

DESDE MI CALLE

PADRE NUESTRO QUE ...

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 Dice la oración más católica del mundo: "Padre nuestro  que estas en los cielos ... perdónanos nuestros pecados así como nosotros perdonamos a nuestros deudores"

Sea esta frase producto de la inspiración divina o del saber popular, lo cierto es que de ella se deduce un tiempo histórico en el que existía la costumbre de perdonar a nuestros deudores, es decir de perdonarles lo que nos debían  a aquellos que nos lo debían.

Y ese perdón debía de ser tan eficaz socialmente, que cada creyente ataba su alma al cumplimiento del siguiente trato: "Dios mío, perdóname el ir al infierno si es que yo perdono a quienes me deben dinero".

Recordemos que en Occidente y también en España, existía hace unas décadas la costumbre de pedir la condonación de la deuda del Tercer Mundo. Se decía que éste, el Tercer Mundo, tenía derecho a no pagar lo que debía, y nosotros, los ricos, el deber de no cobrarlo, porque eso era la ruina de esos pueblos de Africa, América Latina y Asia, y encima la habían generado gobiernos corruptos, etc.

Sin embargo, la gente cabal considera que sí se deben pagar las deudas porque si no iríamos al caos.
Colocadas así las piezas del ajedrez: las blancas bajo el lema de "hay que pagar las deudas" y las negras bajo el eslogan "lo de las deudas, depende", veamos qué hacer con la deuda de España. Pues bien, parece evidente que si optamos por pagar lo que los españoles debemos como Estado (todas las administraciones) no sólo vamos a la ruina, sino que ni siquiera conseguiríamos pagarla. Es decir, quedaríamos mal como personas no pagadoras y encima arruinadas.

Pero, ¿y si en represalia por no devolver la deuda no nos dan préstamos? Si decidimos no pagar la deuda, ¿para qué queremos préstamos si ya no tenemos deuda? Porque no olvidemos que estamos pidiendo prestado para poder ir devolviendo la deuda. UNA LOCURA.

Y éticamente ¿qué supone no devolver la deuda? Pues que por un lado salvamos a los 46 millones de españoles y por otro lado se les causa daño a cuatro particulares que tienen, siendo pocos, más millones que todos nosotros juntos.

Es decir, que esos ricachones, multimillonarios de euros y dólares, vayan al infierno porque Dios no les perdone sus pecados al no perdonar ellos a sus deudores.

DESDE MI CALLE, que es la calle de todos.