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lunes, 21 de octubre de 2013

DESDE MI CALLE


¿A QUIEN SE BEATIFICA?

Es bien sabido que tanto Juan XXIII como Pabo VI se negaron en redondo a iniciar procesos de beatificación de estos hombres y mujeres, ya que temían, con razón, que su causa se politizara de modo exagerado.

De aquella horrible guerra, la Iglesia española salió muy, muy manchada. Fué auténticamente beligerante desde julio de 1936 y presentó, ya desdel el siglo XIX, una hoja de servicios verdaderamente cruel. Los obispos de aquella época publicaron varios textos, como éste que relato: "Para que funcione la sociedad tiene que haber ricos y pobres; los pobres deben ser PACIENTES y resignarse a su condición, y los ricos han de ser BENEFACTORES". Los trabajadores quedaron a la intemperie, rodeados de beneficiencia y caridad. Aquella Iglesia no entendía de JUSTICIA.

He leido la crónica de la ceremonia de la beatificación. El cardenal oficiante siguió el guión preparado desde la presidencia de La Conferencia Episcopal: "Estos hombres y mujeres murieron a causa de su fe, por el odio a Dios y a la Iglesia". Ahora bien ¿porqué los milicianos tenían odio a Dios y a la Iglesia? ¿No será más bien que la Iglesia con su magisterio social y su práctica pastoral, desde los inicios de la industrialización hasta la República, concitó sobre ella el hastío, el cansancio y el odio de las clases trabajadoras?. Aquellos jornaleros del campo, trabajadores industriales, fueron abandonados a su suerte. Ideológica y pastoralmente la Iglesia desarrolló durante décadas una opción preferencial por los más acomodados de la sociedad española, en detrimento de las clases trabajadoras, y arrastró con su pensamiento a las clases medias rurales y urbanas.

Es necesario que los dirigentes de la Iglesia intenten cambiar su óptica y reconozcan que la Iglesia no fué en la guerra y durante el franquismo instrumento de paz y reconciliación. Durante la guerra fué beligerante y hasta cruel en dichos y obras, con excepciones notorias. En la dictadura fué miedosa, y lo más grave, legitimadora de un régimen político y de una acción represiva de los que aún no se ha entonado un "mea culpa". No se puede beatificar o canonizar a aquella Iglesia honrando a sus mártires azules. Hay otros mártires a los que se sigue ignorando porque murieron, dicen, por sus ideas políticas. Es hora de que los dirigentes eclesiales se ilustren e iluminen, y sobre todo, serenen con la verdad a su feligresía. Es su obligación y también nuestro derecho.

DESDE MI CALLE, que es la calle de todos.