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domingo, 10 de febrero de 2013

DESDE MI CALLE


LA LINTERNA DE DIOGENES.


En estos días resulta muy sugerente é interesante la actitud del filosófo griego, que convirtió la pobreza extrema en una virtud. Vivía en un tonel en el que únicamente guardaba lo único que consideraba imprescindible. Diógenes recorrió las calles de Atenas con un farol, una linterna encendida y se dirigía a la gente, desesperado, porque decía que no encontraba una sóla persona justa, honesta, con un sentido ético de la vida. Según él, la virtud es el soberano bien. Los honores y las riquezas son falsos bienes que hay que desterrar.

Vivir en la mentira es nuestro deporte nacional. Resulta que hay países en los que muchas personas no tienen acceso a la educación y tienen un índice alto de anafalbetismo. La corrupción puede encontrarse muy extendida entre las clases dirigentes, no analfabetas,  pero que no tienen la honestidad y la capacidad de solidaridad de aquellas personas a las que se considera ignorantes.
Aquí en nuestro contexto, las clases vinculadas a la partitocracia no parecen ser analfabetas, en lo que llamamos conocimiento, pero lo son desde el punto de vista moral. El problema es que también se encuentra en esta situación una población muy amplia que ha pasado por procesos educativos más o menos acertados, pero la desilusión, el maniqueismo y prepotencia de muchos de sus dirigentes, le ha llevado a prejuzgar a todos por el mismo rasero.

Menos mal que sigue habiendo núcleos significativos de personas y de colectivos con los que Diógenes habría podido sentarse, ya que en ellos habría encontrado el sentido de la honradez, que es consecuencia de los valores éticos. El derecho, a veces, consigue que una determinada justicia ponga diques a los latrocinios, mas no nos lleva a identificar, tristemente, lo legal con lo moral. Nos asusta ver la basura amontonada en nuestras casas o en lugares públicos, y nos asusta quien se acostumbra a ella, pero no tenemos miedo a convivir con esta otra basura de incoherencia interior que pone oídos a "no mentir, no robar, no matar, no hacer a otras personas lo que no deseo que me hagan a mi". No deseamos que venga nadie con su linternita, aunque sea de fuego, buscando la virtud de Diógenes, el soberano bien.

Todo esto reflexiono DESDE MI CALLE, que es la calle de todos.