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viernes, 4 de marzo de 2016

POEMAS









Nunca te irás si no te olvido,
si sigo escribiendo tu nombre
solapado entre versos,
bailando entre estrofas,
escondidos en mis silencios;
nunca te irás.
Nunca dejarás de ser el color de la tinta
que llena mis papeles de mensajes secretos.
Nunca dejarás de existir
mientras haya alguien que lea
los poemas que provocaste.
Te he hecho eterno
en papel y en tinta,
en palabras y silencios.
Te he hecho eterno.






DESDE MI CALLE



NOTICIAS DE BILBAO Y BIZKAIA  HACE 100 AÑOS.




¡Pobre animal!
Al caballo que tiraba del carro de la limpieza pública en la calle del 2 de Mayo le dio ayer, según declaración del carretero, «un vahído», cayendo sobre la vidriera de un taller de encuadernaciones de doña Higinia García. La vidriera quedó hecha añicos y doña Higinia, mirando por sus intereses, pretende que el Municipio le abone su importe. Nada más justo.

Macho desbocado.
El macho enganchado a un carro de la panadería La Antigua, guiado por José Suárez, se desbocó en la calle de San Francisco, bajando en vertiginosa carrera por la del Conde de Mirasol, sin que le pudiera sujetar dicho carretero. El animal se metió en el patio del Cuartel de Artillería y allí fue sujetado por varios soldados.

Para Carnaval
Caretas, confettis, serpentinas, rasos, satenes, percalinas, cascabeles, cintas, golas y puntillas. Dominós y disfraces hechos y a la medida. Barbas, pelucas y bigotes, cabezudos. Buen surtido y económico. Amann, Belosticalle.

Gallina muerta.
Hallándose arreglando un cable perteneciente a la estación radiotelegráfica el soldado de ingenieros Ernesto García Valdés, lo dejó caer sobre otro de alta tensión de la Compañía Unión Eléctrica Vizcaína, formando contacto y matando la descarga a la gallina que conducía por Las Calzadas un joven llamado Valentín Llorente.

De Eibar: conferencia científica. 
La segunda de la serie cuaresmal organizada por la Congregación de San Luis en su centro tuvo lugar esta noche, estando a cargo del ilustrado sacerdote don Juan Cruz Ibarguchi, estudiando el proceso de Galileo y deduciendo con gran acopio y exposición de datos rigurosamente históricos que el sabio florentino fue libre mientras no se metió en jurisdicción vedada a él, y que es pura invención cuanto se ha dicho y escrito respecto a su prisión y torturas, cuya residencia en magnífico palacio quisiéramos para nosotros y cuyas torturas jamás existieran. Es una lástima que no pudiera tomar notas de esta notabilísima conferencia, que le mereció al disertante muchos aplausos y apretones de manos (...). Hubo regular concurrencia. La próxima conferencia, el próximo miércoles, estará a cargo de don Gabriel Manterola. Suplicamos a todos la asistencia y a los corresponsales católicos hagan un poco de propaganda (firmado: Joshé Mari).

Enfermos y mejorados
Ha sido viaticada la respetable y virtuosa señora de don Juan de Orúe, que se halla enferma de pulmonía. También ha sido viaticada la virtuosa señora doña Claudia Arrese. Sinceramente deseamos el restablecimiento de estos enfermos. Salió a la calle restablecido de su indisposición don Juan Carlos Gortázar.


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PASTORAL: SANTO DEL DIA



 San José Oriol
     (año 1702)


Nació en Barcelona (España) y pasó casi toda su vida en esta ciudad.

Quedó huérfano de padre siendo todavía muy pequeñito.

Jovencito fue admitido como monaguillo y cantor en una iglesia, y viendo los sacerdotes su gran piedad y devoción se propusieron costearle los estudios de seminario. Pasaba muchas horas rezando ante el Santísimo Sacramento en el templo.

Ordenado sacerdote, y habiendo recibido en la universidad el grado de doctor, se dedicó a la educación de la juventud.

Era sumamente estimado por las gentes y muy alabado por su gran virtud y por sus modos tan amables que tenía en el trato con todos, pero Dios le dejó ver el estado de su alma (como lo hizo también con toros santos) y desde ese día ya no tuvo José ningún sentimiento de vanidad ni de orgullo. Se dio cuenta de que lo que ante los ojos de la gente brilla como santidad, ante los ojos de Dios no es sino miseria y debilidad.

Desde el día en que Dios le permitió ver el estado de su alma, José Oriol se propuso nunca más volver a comer carne en su vida y ayunar todos los días. Y así lo cumplió. (Ayuno es tomar un desayuno muy pequeño, un almuerzo ordinario y una cena muy leve también, y no comer ni beber nada entre una comida y otra comida). También como penitencia pasaba muchas horas de rodillas rezando (y a veces con los brazos en cruz) y usaba vestidos tan viejos y desteñidos que las gentes se burlaron de él muchas veces por las calles de Barcelona.

Fue en peregrinación a Roma y desde allá el Sumo Pontífice ordenó que lo encargaran de un templo en Barcelona. Y en su nueva iglesia se dedicó totalmente a tratar de salvar las almas y hacer amar más a Dios. Su habitación (una pieza en arriendo en una azotea) era totalmente pobre: una mesita, un crucifijo, una silla y unos libros. Cama no tuvo nunca, porque las pocas horas que dormía las pasaba en una estera en el duro suelo.

A San José Oriol le concedió Dios el don de la dirección espiritual. Las gentes que iban a consultarlo volvían a sus casas y a sus oficios con el alma en paz y el espíritu lleno de confianza y alegría. Muchos llegaban a su despacho con el rostro triste y sin saludar a nadie, y después de oír por unos minutos a este santo sacerdote hablarles del cielo y de los premiso y ayudas que Dios tiene reservados para los que lo aman, salían de allí sonrientes y saludando a todo el que encontraban. A las personas que dirigía les insistía en que su santidad no fuera sólo superficial y externa, sino sobre todo interior y sobrenatural. No aceptaba dirigir espiritualmente a quien no se comprometía a leer libros espirituales o escuchar sermones, y a hacer su examen de conciencia cada día y algún Retiro Espiritual de vez en cuando.

Acusaron al Padre José de que era demasiado rígido en el confesionario. Que ponía a los penitentes pequeños trabajos espirituales para hacer, y que a los que no se esforzaban por hacerlos (por ejemplo callar algo en momentos de cólera, etc.) los enviaba donde otros sacerdotes porque él no se comprometía a seguir confesando a los que no hacían nada por enmendarse. Que a los que no iban a misa los domingos no les daba la absolución mientras no hubieran ido siquiera tres domingos a misa (porque no quería ser alcahuete de los que no cumplan el tercer mandamiento, que manda santificar las fiestas), etc., etc. El superior entonces le prohibió confesar durante un año. Pero a los pocos días murió el superior y el que lo reemplazó le volvió a conceder otra vez el permiso de confesar. Los que iban a confesarse con él sabían que era muy amable, bondadoso, muy bien educado, pero que no aceptaba que la confesión fuera un simple rito para poder comulgar y para seguir cometiendo siempre lo mismo sin enmendarse. Eso sí que no lo aceptaba nunca.

Le encantaba enseñar catecismo a los niños, especialmente para prepararlos a la Primera Comunión. Tenía una especial cualidad para predicar y enseñar catecismo a los soldados y le gustaba mucho hablarles a los militares.

Empezó a sentir un gran deseo de ser martirizado por defender su religión. Y aunque las gentes de Barcelona que tanto lo amaban y estimaban, le rogaron mucho que no se fuera a otro país, sin embargo él se fue para Roma a pedir que la Santa Sede lo enviara de misionero a un país de salvajes.

Pero en Marsella cayó enfermo y en medio de su enfermedad se le apareció la Sma. Virgen y le comunicó que Dios le aceptaba su deseo de morir mártir por Cristo, pero que lo que le pedía era que volviera a su ciudad a seguir ganando almas para Nuestro Señor. Y se volvió a Barcelona.

Su regreso fue aclamado con grandes demostraciones de júbilo en Barcelona.

Y su fama de obrador de milagros empezó a extenderse por la ciudad y por muchas partes más. De varios pueblos de alrededor llegaban enfermos a que él los curara, y eran tan grandes los tumultos que se formaban en las iglesias, queriendo todos que les impusiera las manos, que su confesor tuvo que prohibirle que hiciera curaciones dentro del templo. El santo nunca se atribuía a él mismo ninguno de los prodigios que obraba. Decía que todo se debía a que sus penitentes se confesaban con mucho arrepentimiento y que por eso Dios los curaba.

En sus últimos años obtuvo de Dios el don de profecía y anunciaba muchas cosas que iban a suceder en el futuro. Y hasta anunció cuando iba a suceder su propia muerte. En un día del mes de marzo del año 1702, mientras cantaba en su lecho de enfermo un himno a la Virgen María, murió santamente. Tenía apenas 53 años.

Enormes multitudes se congregaron alrededor de su féretro el día de su entierro. Los devotos se repartieron sus pocas pertenencias para guardarlas como reliquias, y después consiguieron formidables milagros por su intercesión y el Papa San Pío Décimo lo declaró santo.