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viernes, 24 de enero de 2014

DESDE MI CALLE



RECUERDOS DE ANTAÑO


Cuando pasan los años, los recuerdos y las anécdotas se agolpan en nuestras mentes. A veces, nos recreamos en ellas. Sabemos que algunas no son agradables, otras (la mayoría) sí.

Hoy voy a contar una de las que más huella me dejaron y que nunca he olvidado, que ocupa un lugar especial entre mis recuerdos más gratos.

Ese recuerdo lo he vuelto a vivir con la enésima reproducición de esa maravillosa película que es CASABLANCA. En especial con aquella escena en el bar de Rick Blaine (Humphrey Bogart) cuando los Oficiales Alemanes cantaban a pleno pulmón y Víctor Laszlo (Paul Henreid) se acercó a la Orquesta y pidió "toquen" LA MARSELLESA, la mirada del director de la orquesta a Ricky para su aprobación, el gesto de éste y ... al sonar los primeros compases de LA MARSELLESA todo el Café de Pie, cantando al unísono, y tapando la voz de los Alemanes.

Me hizo recordar cierto año, a primeros de los 60, en las fiestas de mi pueblo, de Gernika. Eran años difíciles. La represión franquista estaba en "pleno apogeo". Un himno a la libertad circulaba entre la gente del Pais Vasco. Era el GERNIKAKO ARBOLA, compuesta por el bardo IPARAGUIRRE. Su difusión estaba prohibida, aunque se aprovechaba cualquier festejo o festividad popular para, por lo menos, tararearla o tocar su partitura.
El día de la fiesta del patrón de Gernika, San Roque (16 de Agosto) y previo permiso al Gobernador Militar de turno, dentro de los festejos de dicho día, se incluyó en el programa un concierto a cargo de la Coral de Santa Cecilia, la nuestra, la de mi pueblo, en la que, repito previa autorización, se incluía dentro del programa y para finalizar su concierto el GERNIKAKO ARBOLA. Ahora bien, en ese programa se incluía una actuación singular, y era la participación en el concierto de UNA BANDA DE MUSICA DEL REGIMIENTO DE PARACAIDISTAS DE BAYONA (FRANCIA). Así mismo, acababa el programa, EL GRUPO DE DANZAS ELAI-ALAI, grupo fundado por el gernikes D. Segundo Olaeta, de gran prestigio entonces y que ha perdurado hasta nuestros días.

Todo ello era algo inusual. Se notaba que entre cortinas se estaba "cociendo" algo. La curiosidad era tremenda. A más "inri" el lugar en que iban a actuar no era el habitual dedicado a las actuaciones de coros, orfeones, bandas de música, bailes, etc durante los días de fiestas. El lugar señalado para la actuación era inesperadamente un espacio simbólico, La Plaza de San Juan Ibarra, una plaza edificada en el sitio donde las bombas durante el Bombardeo que padeció Gernika habían caído sobre la Iglesia de San Juan, y cuya fotografía destruida y ardiendo fué expuesta inteernacionalmente como imagen de la barbarie de la guerra.

Comenzó el concierto con, como he señalado, una expectación muy grande. La Plaza estaba a rebosar. El Orfeón cantó zortzikos, pasajes de zarzuelas, habaneras, algún pasadoble, una rumba cuyo título en este momento no me acuerdo pero que hacía que mis pies instintivamente siguiesen el ritmo (era una clásica en el Orfeón), etc. etc. Como estaba fijado en el programa, el concierto acabó con el Gernikako Arbola cantada por el Orféon y, lo más emocionante, para todo el público y por supuesto para mí, fué cuando uno a uno subieron al quisko los músicos de La Banda Francesa de los Paracaidistas, acompañando con su música al Orfeón mientras se cantaba el Himno, y el grupo del Elai-Alai hacia la coreografía con su danza.

Lo más espectacular estaba por llegar. Sin que se bajase nadie del quiosko, ni los componentes del Orfeón , ni los músicos, ni los dantzaris, La Banda Música de los Paraidistas Francesas, entonó los primeros compases de LA MARSELLA, el Orféon y el Grupo Elai-Alai unieron sus vocesy comenzaron a cantarla. Entonces TODOS los que estábamos disfrutando del concierto, como si un resorte mágico nos hubiese impulsado hacia arriba, NOS PUSIMOS EN PIE, LEVANTAMOS NUESTRO PUÑO, y cantamos o tarareamos esa MARSELLESA. No se me olvida cómo mis ojos se inundaron de lágrimas. Miré a mi alrededor y la escena era igual. Jóvenes, mayores, hombres y mujeres de pie, cantando y con lágrimas por su rostro. Incluso, me acuerdo, cómo un hombre le agarró por los brazos a una persona e hizo que se levantase pues se había quedado sentada. Al acabar, y entre grandes aplausos, las boinas, prenda usual entre los hombres en aquellos tiempos, arrojadas al cielo ocultaban el quiosco. Mujeres arrojando hacia arriba sus echarpes, sus pañuelos. En fin, algo INENARRABLE.

Con ese recuerdo imborrable en mi corazón y en mi mente, dejo hoy MI CALLE, para que sea una vez más la calle de todos, y que en ella suenen los acordes de LA MARSELLESA

@MiguelAMakazaga

P.D.: Quiero agradecer desde aquí a la persona que me ha animado a recordar y relatar este recuerdo. Esa persona sabe que le estoy muy agradecido por ello. ESKERRIK ASKO