LA FIEBRE DEL HENO
(Autor:Stanislaw Lem)
"¿Sería tan amable de atender un poco al tráfico?" Me introduje en un hueco, detrás de un <Lancia> psicodélico, y eché una ojeada al retrovisor. No había rastro del <Chrysler> de Hertz. En Marianella había visto brillar algo muy atrás, pero no pude reconocer el coche, que en seguida volvió a desaparecer. Este tramo monótomo, atestado de ruedas en movimiento, me concedía a mí y sólo a mí el privilegio de conocer un secreto que me acechaba de forma incomprensible para cualquier policía del Viejo y el Nuevo Mundo. Yo era el único que llevaba en el coche un bote neumático, flotadores y raquetas de tenis, no para irme de vacaciones, sino para atraer hacia mí un ataque procedente de una dirección desconocida. De este modo trataba de distraerme artificialmente, pero en vano ... hacía tiempo que la escapada había perdido todo atractivo para mí. Ya no cavilaba sobre el enigma de la mortal conspiración, sólo pensaba en si debía tomar otra tableta de "Plimasín", pues la nariz me goteaba sin cesar. Era igual dónde se ocultara el <Chrysler>. Mi transmisor tenía un radio de acción de ciento setenta kilómetros... Mi abuela sólía colgar en el tendedero bragas del mismo color que este <Lancia>...
P.D.: Párrafo del libro citado.