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jueves, 17 de octubre de 2013
DESDE MI CALLE
LA GRAN OPORTUNIDAD PARA COMENZAR DE NUEVO.
A veces pienso que somos una sociedad de fracasados que precisa levantarse con urgencia. Nada es definitivo y lo que cuenta es el valor para continuar. Es cuestión de esforzarse, de trabajar con una sociedad afin con sus palabras. De nada sirve hablar de los derechos humanos, si luego se menosprecia la vida. Para empezar, hemos perdido la memoria a pesar de reinvidicarla por todas las esquinas.
En ocasiones nos quedamos en las meras escenas como unos fríos televidentes. No sentimos la desesperación como propia, disfrazándola de palabras vacías, de actitudes encubiertas que no conducen a la rectificación. Lo peor de todo este desajuste es que muchas personas no viven, porque vivir es luchar por cambiar, por construir un mundo más habitable, por ser mejor y más humano. Es cierto que no podemos dejarnos llevar por el pesimismo, pero tampoco por el optimismo, ni por las ideologías, nada justifica este mal que nos inunda, es cuestión de abrir bien los ojos, sobre todo los interiores, y de interrogarnos sobre cada fracaso nuestro, si en verdad nos ha enseñado a caminar de otro modo.
Los que se desaniman ante un fracaso es porque no tienen alma y han renunciado a vivir. Somos seres en continuo aprendizaje. Tenemos que aprender a comenzar de nuevo en cada amanecer. No podemos permitir que a los niños no se les deje ser niños, que los jóvenes piensen que lo saben todo y se les robe la esperanza de futuro, que los adultos que todo lo sospechan no hagan nada por modificar comportamientos, y que a los ancianos se les recluya con la soledad como compañera. Todos estamos, pues, en cierta manera, dejándonos aplastar por los acontecimientos del presente. Tantas veces la desesperanza supera al horror, que ahí está la oleada de migrantes en busca de nuevos horizontes. No importa que haya que lanzarse al mar, o arrojarse a un habitat desconocido. Pesa más el deseo de proyectarse otra existencia, de forjarse un porvenir, de ver la manera de reaccionar ante tantas injusticias. Muchas veces habrá que comenzar de nuevo, otras será suficiente con rectificar para salir del hundimiento social. Lo que no cabe es la resignación en un mundo de mentiras. Tampoco podemos contemplar indiferentes el drama de tantos seres humanos. cada uno de nosotros, al fin y al cabo, estamos llamados a instaurar en este mundo nuestro la cultura de nuevos logros, como la del encuentro.
Por consiguiente, el momento actual que vivimos, nos insta a trabajar sin tantos triunfalismos ambiciosos, pero también sin tanto doblegarse a lo económico. La búsqueda del crecimiento económico a toda costa no es la solución. La falsedad de sociedades deshumanizadas, pero muy poderosas económicamente, han destruido hasta nuestro habitat natural. Si nuestros esfuerzos para lograr la recuperación humana, antes que económica, se rige por los valores predominantes del consumo excesivo, la explotación, la codicia y el poder, está visto que mejor no levantemos cabeza. Tenemos la gran oportunidad de avivar una ética gobernanza acorde con la realidad ciudadana, para dar una respuesta contundente a las diversas situaciones. Se precisas menos oradores y más personas de verbo, menos demagogos y más ciudadanos de servicio, menos retóricos y más pobladores de mundo.
En definitiva, se trata de aumentar la coherencia entre lo que se predica y lo que se hace, con un sentido de compromiso real, puesto que todos, unos en mayor medida y otros en menor, somos responsables (y sin excusas) de lo que nos sucede.
DESDE MI CALLE, que es la calle de todos.
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