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domingo, 25 de agosto de 2013

DESDE MI CALLE

DESEMPOLVAR LA ILUSION

A pesar de estar bien atrapados en el doble fenómeno del letargo y el bullicio veraniego, la desilusión siempre está al acecho. Puntualmente, la catástrofe ferroviara en Santiago supuso un auténtico bajón colectivo, paliado únicamente por las muestras de solidariedad de la buena gente.

Si hablamos de microeconomía, es decir, la única economía que nos toca de cerca a la mayoría está que arde.  No merece la pena repetir, por conocidas, las calamidades que nos afectan, en mayor o menor medida. Y, simultáneamente, los grotescos espectáculos de hipocresía y corrupción, ofrecidos por toda clase de autoridades sean institucionales, políticas, económicas, religiosas, etc. que parecen haberse instalado con vocación de perpetuidad.

Y sin embargo, la vida sigue. Se ve que hay gente capaz de desempolvar la ilusión, incluso en los calamitosos escenarios de los que sólo se libra, aparentemente al menos, la eterna minoría de listillos.

Sí que había ilusión, alegría y satisfacción, por ejemplo, entre quienes derrocharon solidariedad en Santiago. También la hay dentro de la mayoría de las familias en las que una ayuda mutua generosa está salvando muchas situaciones agónicas. Y entre quienes apoyan desinteresadamente a la diversidad de ONG, plataformas de apoyo de todo tipo, etc. ¿Por qué acabaremos siempre sacando lo mejor de nosotros mismos ante las desgracias, sobre todo ajenas? ¿No podríamos actuar un poquito antes en las que, de un modo u otro, se pueden prevenir sin esperar a oir los lamentos? ¿Se está haciendo todo lo posible, a todos los niveles, para acabar con la crisis económica de nuestros dolores?

No puedo evitar el hacerme la misma pregunta: ¿Cómo convencer a las élites acaparadoras de dinero y poder, de las ventajas de frenar su ilimitada ambición individualista y acercarse al placer inigualable que brota de la solidariedad?

Yo les animaría a que no esperen a ver cómo se nos perfora la úlcera de estómago al leer las cifras que perciben al año unos cuantos de ellos. Me cuesta entender qué se puede hacer con uno, dos, cinco y  más millones de euros al año, además de aparcar una buena parte en paraisos fiscales ¿Qué nos lo cuenten, por favor, please, a ver si logramos descifrar el enigma del vacío, o mejor, de la insustancialidad del ser, en medio de la abundancia del tener? ¿Podría servirnos de guía la errática trayectoria de la familia real española? Por poner un ejemplo.

DESDE MI CALLE, que es la calle de todos.