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lunes, 14 de julio de 2014

DESDE MI CALLE



La paz y la espada
Las acciones y sus consecuencias no funcionan de manera automática y al margen de las voluntades. El poderoso suele realizarlas para justificarse ante los demás, especialmente si son sus subordinados, tratando de manipularlos y atraerse su favor, sin cambiar su conducta. Los poderosos hacen saber al pueblo que tales acciones, por más malvadas que sean no son abominables. Y no porque sean innecesarias, insolidarias o perniciosas, sino porque su objetivo es que sean la expresión de un modo de vida orientada hacia el dominio de las suyas, y conseguir así que reconozcan su superioridad, y la necesidad de dependencia hacia ellos. Por eso, no dudan en hablar de justicia, y en la necesidad de ayuda a los necesitados, aunque en ningún momento crean en ello, y, menos aún, pongan en marcha las medidas necesarias para realizarlas, 
El divorcio entre los necesitados y los poderosos es todavía más grande en la sociedad de consumo en la que estamos conviviendo, pues todos los sacrificios a los que nos están conduciendo, no son sino la memoria y la actualización del único objetivo al que esos poderosos desean que lleguemos, que es la aceptación y el sometimiento a sus ambiciones.
Para evitar el llegar a ese extremo, es preciso hacer previamente una elección radical y no siempre fácil, mediante actos y protestas, mediante palabras y hechos, que pueden escandalizar a los más pusilánimes, a los más temerosos y faltos del necesario valor. Es claro que la persona humana no es por definición belicista, ni está a favor de la violencia, pero si dice que hay que tomar la espada y no la paz, es porque una elección fácil y pacífica es lo mismo que renunciar a sus derechos, porque se debe de exigir el bien obrar, porque se debe de buscar el ayudar al oprimido, el defender al huérfano, al falto de recursos, porque se debe pedir de forma imperiosa y enérgica una solidariedad total, la eliminación de la marginación, del aislamiento de la sociedad,es decir un nuevo modo de vida y de relación entre todos.
Por todo ello, no dudemos en sacar la espada ante los poderosos, y defender con  ella, caso que sea necesario, un nuevo modo de vida.
DESDE MI CALLE, que sigue siendo la calle de todos.








                                                                                     . 

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