Algo de ti reconozco en mí
Cabizbaja y repleta de miedos, aquella mujer salió de su piso. En la maleta (ligera como una pluma) sus dos hijos.
Miró hacia atrás y el reflejo del cristal de la puerta de acceso al edificio la deslumbró; tuvo que volver la cabeza hacia otro lado si quería ver. Se frotó los ojos mirando adelante, echando a caminar. Parecía que a cada paso que daba sus pupilas mejoraban en visión.
Tenía que darse prisa para coger el autobús que la llevaría hacia su tierra, donde con los brazos abiertos la esperaban sus padres.
Atrás quedaban años de amor, ilusión, esperanza, lucha, decepción y desamor.
Ni por un momento, en aquellos instantes, llenos de inseguridades imaginó lo que la depararía el futuro.
Había sido un ser humano dependiente de otro muchos años y no estaba segura de sí misma en ningún sentido.
No descubriría quién era realmente hasta el momento que se dio cuenta que era ella, y nadie más que ella, quien decidiera el rumbo a tomar y cogiera las riendas de su carruaje.
Pasaron los años comprobando cómo aquellas criaturas pequeñas (que eran lo más importante en su vida) crecían en un ambiente de paz y estabilidad.
Sentía con orgullo cómo había conseguido salir del pozo por el que el agua subía y subía hasta casi ahogarla. Fueron sus propios padres en compañía de hermanos, familiares y alguna buenísima amiga los que la rescataron, extendiendo sus manos para agarrase fuertemente y no volver a dejarse caer.
Siempre procuró recompensarlo y agradecerlo de muy diferentes maneras, procurando dar a cada uno lo que de ella se necesitara o podía llegar a ofrecer en momentos puntuales.
Miró hacia atrás y el reflejo del cristal de la puerta de acceso al edificio la deslumbró; tuvo que volver la cabeza hacia otro lado si quería ver. Se frotó los ojos mirando adelante, echando a caminar. Parecía que a cada paso que daba sus pupilas mejoraban en visión.
Tenía que darse prisa para coger el autobús que la llevaría hacia su tierra, donde con los brazos abiertos la esperaban sus padres.
Atrás quedaban años de amor, ilusión, esperanza, lucha, decepción y desamor.
Ni por un momento, en aquellos instantes, llenos de inseguridades imaginó lo que la depararía el futuro.
Había sido un ser humano dependiente de otro muchos años y no estaba segura de sí misma en ningún sentido.
No descubriría quién era realmente hasta el momento que se dio cuenta que era ella, y nadie más que ella, quien decidiera el rumbo a tomar y cogiera las riendas de su carruaje.
Pasaron los años comprobando cómo aquellas criaturas pequeñas (que eran lo más importante en su vida) crecían en un ambiente de paz y estabilidad.
Sentía con orgullo cómo había conseguido salir del pozo por el que el agua subía y subía hasta casi ahogarla. Fueron sus propios padres en compañía de hermanos, familiares y alguna buenísima amiga los que la rescataron, extendiendo sus manos para agarrase fuertemente y no volver a dejarse caer.
Siempre procuró recompensarlo y agradecerlo de muy diferentes maneras, procurando dar a cada uno lo que de ella se necesitara o podía llegar a ofrecer en momentos puntuales.
Hoy en el año 2014 me ha comentado que es feliz, entre otras cosas porque ha encontrado al hombre de su vida. Alguien que la deja ser libre, que procura mimarla y complacerla, que estimula su valía, con el que se divierte, alguien en el que confía y sobre todo alguien que en los malos momentos sabe escuchar y rectificar.
A él le debe su estabilidad emocional que repercute en sus hijos haciendo que se sientan cómodos en un ambiente relajado lleno de amor y cariño.
Ahora se mira al espejo, y ve a una mujer con la mente abierta a proyectos inimaginables en otros tiempos, unos ya realizados y otros en camino de serlo.
Se siente satisfecha de haberse tomado su tiempo y dedicación a aprender a quererse más como persona y procurar crecer hacia el bien, poniendo freno a sus desatinos, y recordando muy a menudo lo que en un tiempo creyó ser y que nunca fue pero que quisieron hacérselo creer.
Francisca María Folgado Gangoso
(Zamora)
DESDE MI CALLE que sigue siendo la calle de todos, y sobre todo de personas como Francisca María Folgado.
A él le debe su estabilidad emocional que repercute en sus hijos haciendo que se sientan cómodos en un ambiente relajado lleno de amor y cariño.
Ahora se mira al espejo, y ve a una mujer con la mente abierta a proyectos inimaginables en otros tiempos, unos ya realizados y otros en camino de serlo.
Se siente satisfecha de haberse tomado su tiempo y dedicación a aprender a quererse más como persona y procurar crecer hacia el bien, poniendo freno a sus desatinos, y recordando muy a menudo lo que en un tiempo creyó ser y que nunca fue pero que quisieron hacérselo creer.
Francisca María Folgado Gangoso
(Zamora)
DESDE MI CALLE que sigue siendo la calle de todos, y sobre todo de personas como Francisca María Folgado.
Amigo Miguel Ángel, casos como el de Francisca María Folgado hay y, los seguirá habiendo mientras siga la maldad instalada en nuestra sociedad. Es verdad que esto es más bien un problema de educacion; también como no, hay que decir que lo fundamental en una sociedad sana de envidias y egoísmos seria que predominara el amor, el amor por el semejante, el amor por la vida porque el amor todo lo puede.
ResponderEliminarSeguramente ese era el gran problema de Francisca: EL AMOR.
Recibe de tu amigo con amor, un abrazo.