Los cuatro principales "activos" de la toxicidad financiera del ladrillo son por su lejanía de las auténticas necesidades de la sociedad, los siguientes:
1 - Los terrenos, actualmente baldíos, recalificados para urbanizar, cosa improbable en los próximos 50 años.
2 - Los solares ya urbanizados en los que en ese mismo período de tiempo más vale no edificar, pues es posible que no haya nadie que pueda comprarlos, (a no ser que se vendan a esos "nuevos ricos" chinos o rusos, que con el precio de la vivienda va incluida, en el mismo lote, la nacionalidad española.
3 - Las viviendas a medio terminar, por tanto en evidente riesgo de ruina incipiente, que al no poder conseguir financiación para culminar su edificación, conforman conjuntos de expresión surrealistas en las periferias de las ciudades, é incluso en la naturaleza, tanto de montaña como, principalmente, de costa.
4 - Las viviendas ya terminadas en busca de habitante, especie rara en ésta época de incertidumbre, desconfancia y desánimo. Es difícil confiar hoy en un futuro mejor ante los continuos engaños a los que nos vienen sometiendo con asiduidad. Lo hacen desde la propaganda y la política, que vienen a ser una misma cosa, contando para ello con la inestimable ayuda de los medios de comunicación afines.
Ese habitante huidizo que necesita de vivienda, no acaba de decidirse a concertar una hipoteca con nuestro flamante sistema financiero, no vaya a ser que en el empeño le coloquen "unas preferentes", le encajen varios seguros, y en el paquete de garantías para acceder al crédito vaya una sorpresa que sólo una mentalidad retorcida podría prever y adivinar.
Ante todo éste cúmulo de activos, y sobre todo de pasivos, derivados del ladrillo, producto de la ignorancia, prepotencia política y mala fé, se yergue para servirles de refugio toda una nueva "edificación virtual", el banco malo o SAREB. Es el señuelo que guía a "los mercados" para que nos empecinemos en la falsa idea que todos los problemas se resuelven con moratorias, amortizaciones y deshaucios. Pretensión con mensaje subliminal para tratar de hacernos comprender que el otro es "el banco bueno".
Para pensar en cómo hemos llegado hasta aquí, y en lo difícil que nos va resultar el salir, baste con constatar que, en términos generales, seguimos en la misma línea de actuación. ¿Cömo si no se puede entender la pugna indecente entre la comunidad de Madrid y la de Barcelona para converrtir parte de su territorio en "una ciudad sin ley" y con muchos casinos?.
Por encima de todo es precisa una regeneración moral por la que se nos administre y gobierne sin mentiras ni eufemismos y tratando de acertar diciendo siempre la verdad. Sólo así se conseguirá la necesaria confianza en la que fundamentar la superación de la profunda crisis, en la que el ladrillo, la vivienda, el paisaje y la ciudad, sean nuevamente un conjunto económico y social al alcance de todos los ciudadanos.
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