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miércoles, 12 de marzo de 2014
DESDE MI CALLE
EL AFAN DE CADA DIA
El afán, bien entendido, de cada día no es un ideal apartado de las preocupaciones más menudas de la vida cotidiana. No nos ofrece sólo un "horizonte trascendental" que en poco o en nada toca los asuntos más pedrestes que nos ocupan cada día. Decimos bien entendido, ya que hay que estar a la escucha, prestar oidos a la sabiduría de la vida.
De entrada, esa sabiduría de la vida puede producirnos una cierta desazón. Lo primero que entendemos es que no debemos preocuparnos de las necesidades cotidianas, que si bien son elementales, no están garantizadas. ¿Cómo no preocuparnos de ellas? ¿Debemos despreocuparnos de esas cosas que nos son tan necesarias en la vida? ¿No debemos atender a aquellas personas que padecen necesidad de todas esas cosas elementales: bebida, comida, vestido, alojamientos, enfermedad?.
Todas estas necesidades son primarias, básicas. Es cierto que no son las únicas. Sin embargo, su carácter primario las convierte en las más urgentes. Si no las prestamos atención, las demás, incluso las más sublimes, quedan en el aire. Ahora bien, esta misma urgencia puede producir en nosotros una preocupación obsesiva que las eleva a un rango de imprescindibles, y que nos ciega de hecho para ocuparnos de otros afanes.
¿Qué es lo más importante? Si la vida y el cuerpo importan más que el alimento y el vestido, que deben de estar al servicio de aquellos, significa que nosotros mismos somos más importantes y valiosos que los medios que nos procuran sustento y calor. Nosotros tenemos que ser dueños de nuestras necesidades y no esclavos de las mismas. Esta importancia que descubrimos en nosotros mismos, no es una llamada ni al orgullo ni al egoismo, al contrario somos egoistas cuando nos hacemos esclavos de las necesidades, mientras que cuando las atendemos, somos capaces de descubrir que esa importancia y valor que sentimos en nosotros mismos, es lo que adorna también a los demás, depositarios de idéntica dignidad humana. Y así, si somos capaces de abrirnos a sus necesidades, las de los que pasan hambre y sed, los que están desnudos, enfermos o solos, es en esta clave en la que debemos de buscar sobre todo LA JUSTICIA, y que ésta llegue a todas las personas necesidtadas de ella.
DESDE MI CALLE, que reflexionando sobre todo ello, sigue siendo la calle de todos.
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Mi madre, decía muchas veces que no debemos alejarnos del afán de la vida, pues eso era vida misma.
ResponderEliminarEfectivamente, con ese afán de dar lo que de verdad cada uno tiene en su interior se hace más fácil la vida de los demás y la nuestra se enriquece exponencialmente.
Un abrazo amigo
Amigo Miguel Ángel, con ese afán de la vida, de vivir sin egoismos y pensando en nuestros semejantes, todo lo que hagamos en bien ajeno, repercutirá en nosotros mismos. ¡¡DAR, ES RECIBIR!!.
ResponderEliminarUn abrazo.