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sábado, 17 de mayo de 2014

PASTORAL SANTO DEL DIA


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SANTA Mª JOSEFA DEL CORAZON DE JESUS.

SEMBLANTE DE SU VIDA
Santa María Josefa nació en Vitoria, el 7 de septiembre de 1842, de Bernabé Sancho y Petra de Guerra, quienes la educaron según los principios del Evangelio. A los 7 años experimenta su primer gran dolor, la muerte de su padre. Poco se sabe de su infancia y adolescencia. A los 18 años decide ser religiosa contemplativa, pero una enfermedad será el signo providencial que precisará su camino. En Madrid ingresa en el convento de las Siervas de María fundadas poco antes por Santa Soledad Torres Acosta. Pero Mª Josefa tiene tremendas dudas sobre si el camino escogido es el que debe seguir, a pesar de la certeza de su vocación. Aconsejada por la Madre Soledad, acude a San Antonio Mª Claret que le dice: “En nombre de Dios profese en el Instituto al que pertenece, porque Dios la tiene reservada para lo que menos piensa”, vaticinando sin duda, con estas palabras el posterior destino que el Señor se había dignado reservarle, escogiéndola para Fundadora de este nuevo Instituto de Siervas de Jesús de la Caridad. Del Corazón de Jesús recibió sentimientos de bondad y misericordia para cuidar a los enfermos, a los necesitados y a todos los que sufren material y espiritualmente, al estilo de Cristo en su vida apostólica. Su caridad se prolongó en toda clase de obras asistenciales y de beneficencia donde había alguien con su salud quebrantada. Esta caridad que abrasó el corazón de nuestra Madre Fundadora en el misterio de Cristo, es la forma de vivir el carisma de la Congregación, que tiene su base y encierra toda su espiritualidad y todo su apostolado en el lema: “Amor y Sacrificio”. Estuvo 12 años gravemente enferma. En estas circunstancias gobernó la Congregación con gran fortaleza especialmente a través de sus cartas, amor, sacrificio y oración. Murió el 20 de marzo de 1912.

En el año 1901, día 15 de Marzo, Santa María Josefa cae gravemente enferma por la repetición de una afección cardiaca; en aquella enfermedad que fue larga y penosa padeció mucho; la afección del corazón unida a otros padecimientos, le fueron haciendo imposible la visita a las casas. Sentada en un sillón de enferma, gobierna y rige la gran familia de las Siervas a través de su epistolario. La que se había entregado a Dios para cuidar de los enfermos era una enferma más. Estos consejos son extraídos de las cartas dirigidas a sus hijas durante este tiempo.
«Dedíquense a la vida interior y serán almas de oración; porque la vida interior es morir a todo lo que no es Dios; en ella se encuentra la tranquilidad espiritual y la verdadera alegría que el Señor hace gustar a las almas fervorosas. Sean muy amantes de la oración y no la dejen ningún día. La oración es el alimento del alma y la presencia de Dios bien llevada es una oración no interrumpida. No descuiden el adelantamiento del espíritu por el afán de las cosas exteriores, vivan más de la divina providencia y el Señor las bendecirá, haciendo que poco a poco vayan prosperando en todo, pues con la ambición de lo terreno no se consigue nada; confórmense con poco y serán felices. El alma más feliz en este mundo es la que nada desea fuera de Dios. Aceptemos los acontecimientos, tanto grandes como pequeños, agradables o desagradables, como venidos de la mano de Dios, creyendo que todo lo permite para nuestro bien. Pidan al Señor que les dé un corazón grande para amar, grande para sufrir y grande para perdonar y entonces serán compasivas con los pobres enfermos. En el lecho del dolor todos son necesitados por la enfermedad y háganles las cosas como quisiesen que se las hiciesen si se encontrasen en su lugar; la medida más segura para obrar en conciencia es ponerse siempre de parte del que sufre. Del Corazón de Jesús aprenderán principalmente la caridad para con los enfermos viendo en cada uno la persona del mismo Cristo que sufre. Tomen por modelo a Jesucristo en la vida pública, imiten su celo por la salvación de las almas y su caridad con los enfermos. Somos apóstoles predicando con nuestro buen ejemplo. No crean hermanas, que la asistencia consiste solo en dar las medicinas y la alimentación al enfermo, hay otra clase de asistencia que nunca deben olvidar, y es la del corazón, procurando acomodarse a la persona que sufre, saliendo al encuentro de sus necesidades. pues hay que reír con el que ríe y llorar con el que llora".

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1 comentario:

  1. Amigo Miguel Ángel, respeto profundamente a todo ser que dedique en cuerpo y alma a ayudar a los demás; vivir con Dios es vivir y compartir el dolor y sufrimiento con los más débiles, los más necesitados. Es verdad, como tú bien expones, se han ganado el reconocimiento como grandes siervos de Dios, estos seres maravillosos, que han entregado su vida por los pobres, los indefensos y marginados, se merecen el reconocimiento de: "santos".
    Un abrazo.

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