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domingo, 3 de agosto de 2014
DESDE MI CALLE
SABIDURIA Y JUVENTUD
El expresidente Zapatero, medio en broma, medio en serio, le llegó a decir más de una vez al exministro Solbes que era un "abuelo". Como si eso de ser abuelo fuera un defecto, como tampoco una virtud, ni un mérito, sino simplemente una circunstancia sobrevenida del simple paso del tiempo y de que la naturaleza actúa por sí misma. Lo cierto es que el expresidente le llamaba "abuelo" cuando Solbes le advertía que no se podía gastar en determinadas cosas y que no convenía sacar de donde no había. Pero el expresidente insistía y seguía en sus trece, y el "abuelo", aunque no era ningún gurú de la economía, se lo recriminaba, pero con poco éxito. Y es que el expresidente sabría de la cosa de la política, pero de economía no tanto. Algún periodista le sorprendió, al comienzo de su legislatura, escuchando a un destacado barón de su partido -que no era el "abuelo" precisamente- que le decía que eso de la economía era cosa fácil, y que se lo explicaba todo en dos días. Y con ese bagaje tan ilustrado tomó controvertidas decisiones, como la de ignorar o hacer que ignoraba la crisis que se nos venía encima, hablar de brotes verdes cuando no había más que cactus, o utilizar términos eufemísticos como el de la gradual desaceleración. Y el "abuelo" dejó el ministerio, o se lo hicieron dejar.
Viene esto a cuento de esa marea de eslóganes que se están prodigando últimamente, a propósito de la juventud que impera en algunos líderes de determinados partidos políticos, y que parecen pregonar que deben ser exclusivamente los jóvenes quienes saquen al país del pozo. Bueno es que las nuevas generaciones vayan cogiendo la batuta de mando, y a ser posible con aires renovados, con la frescura propia de quienes aún no han sido tentados por la serpiente del poder, pero ojo con menospreciar a quienes saben mucho de la cosa, a quienes están de vuelta de casi todo. Mejor escuchar a quienes han estado cerca del dragón de siete cabezas y gozan de cierta sabiduría, antes de decidir internarse por sendas que luego se vean obligados a desandar. Porque una cosa es fulminar a quienes han metido la cuchara en el puchero, sin venir a cuento, y otra muy distinta hacer caso omiso de aquellos que les podrían dar lecciones, no de dos días, sino de bastantes años de experiencias vividas en empresas o ministerios. Porque, aunque la frescura de la juventud no se lo deje ver, lo cierto es que nunca sobra la sabiduría, el tiempo y la energía, sino que son herramientas útiles para evitar caer en el desafuero o para salir del laberinto si es que llega a caerse en él.
Claro que nunca podrá evitarse que haya alguien que diga que Obama, Merkel, Putin u Hollande, que andan alrededor de los sesenta tacos, son unos yayo flautas, o que dirigen los destinos de países de medio pelo como EE UU, Alemania, Rusia o Francia y que, por tanto, no deben ser tomados como referencia. A algún otro le gustará presumir de ser progresista, mientras se mira en el espejo del populismo. Y no faltará quien se olvide que lo que necesita este país son profundas reformas estructurales y no carnés de identidad con más o menos años. Ante este ditirambo de opiniones alguien, incluso, puede olvidarse de la realidad y atreverse a poner al frente de algún ministerio a algún inexperto alevín, cuyo único bagaje sea el de haber militado en las juventudes de su partido desde su más tierna infancia.
Aunque es muy loable aspirar a tener el comportamiento de un moralista no hay que dejarse obcecar por la vanidad de la virtud y mucho menos llegar a tener la personalidad de un megalómano con ansia indomable de protagonismo, algo que, por cierto, abunda hoy en día en nuestros actuales gobernantes.
DESDE MI CALLE, que sigue siendo la calle de todos
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