La Basílica Papal de Santa María la Mayor es una auténtica joya de belleza de valor inestimable. Desde hace dieciséis siglos domina la ciudad de Roma: es el templo mariano por excelencia y cuna de la cultura artística, representa un punto de referencia para los cives mundi que desde todas las partes del mundo llegan a la Ciudad Eterna para deleitarse con lo que la Basílica les ofrece a través de su monumental grandeza.
Es la única de las basílicas mayores de Roma que ha logrado conservar su estructura original, aunque a lo largo del tiempo se han ido añadiendo algunas modificaciones. En su interior presenta algunos detalles por los que destaca respecto a las demás basílicas: en primer lugar los mosaicos de la nave central y del arco triunfal del siglo V d. C., realizados durante el pontificado de Sixto III (432-440) y los del ábside, cuya realización fue dirigida por el fraile franciscano Jacopo Torriti por orden del Papa Nicolás IV (1288-1292); la pavimentación de tipo "cosmatesco" donada por los caballeros Scoto Paparone e hijo en el 1288; el techo artesonado de madera dorada diseñado por Giuliano San Gallo (1450); el belén del siglo XII de Arnolfo de Cambio; las numerosas capillas (de la Borghese a la Sixtina y a la Sforza, de la de Cesi a la del Crucifijo y a la de San Miguel); el Altar mayor realizado por Ferdinando Fuga y sucesivamente enriquecido con otras decoraciones por el genio Valadier; y por último, la Reliquia de la Sagrada Cuna y el baptisterio. Cada columna, cada cuadro, cada escultura, cada pieza de la Basílica representan una recopilación de la historia y de los sentimientos religiosos.
Todos podrán disfrutar de las emociones que transmite este lugar sagrado, desde el peregrino más devoto hasta el simple apasionado de arte.
El encuentro con la Basílica "liberiana", del nombre del Papa Liberio, es una experiencia tan conmovedora que llena el alma y el espíritu de emociones: no es raro ver a los visitadores fascinados por la belleza de las obras, así como es posible darse cuenta de la constante devoción de todas esas personas que ante la imagen de la Virgen María, aquí venerada con la dulce advocación de "Salus Populi Romani", buscan consuelo y alivio.
Todos los años, el día 5 de agosto, se recuerda el "Milagro de la nieve" con una solemne celebración. Ante la mirada conmovida de muchos fieles una cascada de pétalos blancos desciende desde el techo cubriendo el hipogeo y creando como una unión ideal entre la asamblea y la Madre de Dios.
Desde el comienzo de su pontificado el Santo Padre Juan Pablo II quiso que una lámpara estuviera encendida de día y de noche bajo el icono de la Salus, como testimonio de su gran devoción a la Virgen María. El mismo Papa, el 8 de diciembre del 2001, inauguró otra perla preciosa de la basílica: el Museo, cuya estructura moderna y la antigüedad de sus obras maestras ofrecen al visitador un "panorama" único.
Los numerosos tesoros que en ella se encuentran, hacen de Santa María la Mayor un lugar en donde el arte y la espiritualidad se funden en un connubio perfecto, ofreciéndonos aquellas emociones únicas y propias de las obras de arte del hombre que están inspiradas por Dios.
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