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lunes, 28 de julio de 2014

DESDE MI CALLE


DESARROLLISMO

El llamado desarrollismo de la "década de los 60" se consiguió por un cambio en la concepción del mercado (con apertura exterior incluida), más que por aquella "planificación tecnocrática" -se decía entonces-cuya cristalización fueron los planes de desarrollo (sucesivos), de los que los llamados polos de desarrollo eran las cabezas de iceberg emergentes. Se decía que era bueno, incluso oportuno y conveniente, repensar en aquellos momentos del pasado integral (social, territorial, económico y político), sobre todo cuando a nuestros entornos vivenciales próximos se les anuncia -a platillo y bombo- con unas pretendidas/imaginadas/supuestas áreas descritas (¿o es autocalificadas?) como funcionales. (¿Eran netas las decisiones políticas de entonces o informadas por grupos de intereses concretos?). 

Ahora ya sabemos que algunas de las propuestas que nos hacían desde los cenáculos (de la centralidad) del poder político, carecían de originalidad, como la citada de los planes de desarrollo, que vino de Francia (donde los polos se denominaron de crecimiento) y que, al aplicarla en la España nación tuvo una realidad nefasta en varias regiones españolas y que, a título de ejemplo, como caso paradigmático, supuso una hecatombe para varias de las, entonces, "provincias españolas". 

Pudo suceder que lo que se vio bien en la posguerra en Francia, aquí en España, que teníamos un autarquísmo enquistado, fuera de más difícil aplicación, pero lo cierto es que desde las provincias en "la década de los 60" se efectuó (cual si fueran los quinquenales de la planificación de los sóviets) una movilización integral de ciudadanos, de capitales, de materias primas y de energía (del aporte de la) hacia los elegidos/privilegiados/agraciados lugares de los polos de desarrollo, donde las instancias locales, dada la bicoca que les caía encima, trataban de rentabilizar las plusvalías añadidas que tales disposiciones oficiales les estaban procurando. (¿Formaron parte de los supuestos grupos de presión las élites locales o todo pretendidamente venía asignado/impuesto/fijado desde la operatividad gestora de la centralidad?). 

Ahora, y por el ciudadano Rajoy Brey (Mariano), se ha efectuado una propuesta sobre modificaciones electorales, que ha causado no pocas calenturas mentales pero que, a tenor de lo leído (en un actualidad donde casi cada ciudadano tiene carné electrónico, maneja equipos de Internet, tiene una o varias tarjetas bancarias, se comunica por WhatsApp, Line, Facebook,?, Gmail, Hotmail,?, sigue Wikipedia,..Google,?, puede ver desde su casa la tira de canales de TV y seguir multitud de periódicos digitales, etc.) se nos antoja un pelín desfasada, a la vez que impropia de nuestro preámbulo de la Constitución de 1978 (aquello de construir, se supone que entre todos los españoles de todos y cada uno de los pueblos de la España nación, una democracia avanzada) y que, ¡de forma harto evidente!, choca con la racionalidad operativa de la ciudadanía. Una nueva ley electoral debe facilitar todas y cada una de las acciones cívicas y, de entrada, estar alejada de cualquier tipo de menoscabo de la libre voluntad ciudadana. Tendríamos que ir de forma epimenideíca a: ¿cómo no hacer una nueva Ley Electoral y no disponer, al mismo tiempo, de un registro fidedigno de los grupos de presión? 

Ahora, en la desmemoria reinante, esa flecha temporal de los recuerdos ya actúa en todos los ambientes y en todos los lugares, en ese interrogatorio/alegato/compromiso que anida en cada ciudadano. 

DESDE MI CALLE, que sigue siendo la calle de todos

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